El miedo es parte fundamental de la vida, a veces nos paraliza, en ocasiones nos impulsa.
Miedo al miedo
El miedo es parte fundamental de la vida, a veces nos paraliza, en ocasiones nos impulsa.
Por: Claudia Arias V.
No es tan malo el domingo. Es un día en el que suele haber tiempo para las cosas que nunca encuentran espacio; un día para estar en familia o quedarse solo, cuando es lo que se quiere; un día para hacer deporte sin prisa, ir a cine o al campo; un día para cocinar, organizar y más. El problema viene cuando las horas transcurren y ese tiempo se agota, entonces aparece el miedo, a veces terror, a enfrentar la semana y todo lo que ella trae.
Llegamos a casa después de horas de disfrute o apagamos el televisor tras un día de pensar poco, entonces, la vida que habíamos ahuyentado regresa implacable. La mente empieza a divagar y a listar una a una las tareas de la semana, tantas, que de inmediato aparece el miedo de no poder cumplir con todas; racionalmente sabemos que hemos enfrentado semanas peores, pero nadie nos quita ahora de la cabeza ese temor, que, en ese instante, no parece infundado.
Tomamos algo de coraje y nos vamos a la cocina, entre lechugas, carnes, plátanos y queso preparamos la comida del día y las loncheras del lunes, la mente se conecta con la acción y por un momento parece que el miedo se va. Unas horas de actividad, todo listo para que el madrugón sea más amable y retorna la calma; nos vamos a la cama con la ilusión del descanso, entonces regresan los pensamientos, el miedo no se había marchado, estaba agazapado tras la rutina.
No conseguimos dormir, prendemos la lámpara, tomamos papel y lápiz y anotamos los pendientes, verlos escritos nos da, si no serenidad, al menos una idea más precisa de su dimensión, apagamos la luz y volvemos a intentar dormir. Un par de horas después nos despertamos sobresaltados, soñábamos con un accidente, con la muerte de alguien cercano, con un terremoto, el miedo regresa y, entonces, despiertos en la madrugada, la lista de motivos aumenta, la libretica sigue en el nochero y ahora lidiamos, además, con los miedos mayores que trajeron nuestras pesadillas.
Amanece. Tomamos la libretica y emprendemos la marcha para ir cumpliendo con las tareas, parece que ahora que entramos en acción, el miedo no es ni siquiera un tema, no hay tiempo para pensar en él si queremos cumplir con lo que nos hemos propuesto. De pronto miramos la lista, han pasado solo dos horas y ya tenemos más de la mitad de los pendientes tachados, increíble, tan solo la noche anterior nos parecía que ni toda la semana sería suficiente; la mente abre espacio otra vez y de pronto se va a un futuro menos cercano, ¿cómo será mi vida cuando sea mayor? El miedo regresa.
No, no se había ido, tampoco lo hará, el miedo resulta parte fundamental de la vida, a veces nos paraliza, en ocasiones nos impulsa. Tenemos los miedos cotidianos, aquellos generados por la lista de la libretica, cada semana los evacuamos y cada semana se renuevan –las tareas y con ellas los temores–; una y otra vez vemos que sí podemos cumplir con los pendientes y que, si algunos no se cumplen, no pasa nada, se aplazan, pero la mente no consigue escaparse siempre del avezado miedo, incluso de lo más cotidiano.
Luego están los grandes miedos, para muchos de los cuales no hay respuesta, tampoco libretica, aunque escribir sobre esos temores esenciales ayuda. Cómo ganarse la vida; casarse o no, tener o no tener hijos; quedarse en su país o emigrar; cambiar de carrera o no; dejar el trabajo y emprender un negocio; la partida de los hijos; la muerte de los padres o de los hijos; nuestra muerte. La capacidad de decisión ayuda en ciertos casos, y al decidir ahuyentamos unos temores y damos la bienvenida a otros, el miedo se transforma. Hay, no obstante, circunstancias en las que nuestro campo de acción se limita, aquellas en las que lo racional difícilmente ayuda a lidiar con el miedo.
Es domingo otra vez, hay que aprovechar el día antes de que el reloj se robe la energía de la acción y la transforme en el miedo de las horas que traen la oscuridad; ya hemos pasado por esto, ya sabemos que, por dura que parezca, la semana se irá resolviendo; ya sabemos que hay cosas que no podremos resolver y que el temor a la enfermedad o la muerte seguirá ahí. Ya sabemos que el miedo no se irá, quizás se esconda, pero no se irá. Ya sabemos, sí, pero qué difícil es no tenerle miedo al miedo.