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Carlos Daniel Serrano, estrella de la natación paralímpica

8 marzo 2017 Revista 5 Sentidos

Cultivar las habilidades que tiene en el agua a través de la disciplina y el entrenamiento duro es la forma en que este deportista se esmera por ser el mejor nadador del mundo.

Nadador

Las piscinas del InderSantander se convirtieron en su segundo hogar. Allí, hace cuatro años lo descubrió el profesor Luis Carlos Calderón y desde entonces, no deja de ir para sumergirse y dar en cada carrera lo mejor de sí. Su mayor sueño es ser el mejor nadador del mundo.

Desde niño siempre vio que era más pequeño que los de su edad y una visita al endocrinólogo le confirmó que no crecería más de 1,43 metros de estatura; que al igual que su mamá, su abuela, su abuelo, tres tías y un tío materno tenía enanismo. Y aunque no le sorprendió –ya estaba acostumbrado a ver gente de talla baja–, cada vez que sus compañeros del colegio se burlaban, sentía rabia.

Un día, a sus 12 años, al regresar de clases le dijo a su papá, Jairo Serrano, que no quería volver al colegio Salesiano de Bucaramanga, entonces su papá le enseñó a pelear, a defenderse a los golpes. “Cuando me empecé a defender peleando, me sentía bien, ya no se iban a reír más de mí”.

Buscando un deporte

El hijo único de Jairo Serrano y Sandra Milena Zárate era un niño hiperactivo, que no se quedaba quieto y al que había que entretener con algo. Su mamá vio en los deportes la mejor manera para canalizar toda esa energía: estuvo en fútbol, gimnasia, atletismo y karate, este último era el que más le gustaba, pero ante el temor de su madre de que lo fueran a aporrear, no pudo practicarlo por mucho tiempo. Y de no haber sido por su discapacidad, quizá se hubiera dedicado al deporte rey.

A la natación llegó tarde y lo hizo con el único deseo de aprender a nadar, pues aunque de niño disfrutaba ir a ríos y a piscinas con sus padres, no sabía cómo hacer una buena patada y brazada en el agua. Sus primeras clases fueron a los 14 años, luego de haberle insistido a su mamá que lo inscribiera en la Unidad Deportiva Alfonso López en Bucaramanga.

Sin duda fue la mejor decisión. Allí, debajo del agua, encontró un alivio para su espíritu inquieto y gracias a la rapidez con la que aprendió y al talento que demostró, al terminar la última clase que le habían pagado –fueron 12 en total–, el profesor Luis Carlos Calderón lo invitó a ser parte del Club Deportivo Sin Límites. “Como había piscina gratis, acepté y en enero del 2013 empecé a entrenar con él”. Al ver los buenos resultados, se motivó más y se enamoró por completo de la natación. “Si entreno fuerte, puedo salir adelante”, pensó.

Así comenzó en el deporte que hoy le apasiona y le ha dado tantas alegrías en las piscinas de Colombia y países como Argentina, Escocia, Canadá y Brasil.

Constancia y disciplina

Nadador lanzándose a piscina

Como todo deportista de alto rendimiento, Carlos sabe que para ser el mejor tiene que hacer sacrificios y renunciar a muchas de las actividades propias de un joven de 18 años como salir de rumba un viernes en la noche o experimentar con un deporte extremo, todo para evitar una lesión.

De lunes a viernes su despertador suena a las 6.00 a. m., desayuna y se va para su primer entrenamiento del día. A las 10.00 a. m. regresa a su casa, descansa y aprovecha para jugar y sacar a su perro Máximo, un lobo siberiano que tiene desde hace cinco meses, almuerza a las 12.00 m., reposa y a la 1.30 p. m. sale de nuevo para las piscinas con el fin de iniciar el segundo entrenamiento que termina a las 5.00 p. m. Al regreso, solo espera descansar viendo un poco de televisión o conversar con sus padres y su hermano de 14 años, Michael Andrés, adoptado y con el que tiene una excelente relación. “Él me apoya y me anima a seguir siempre adelante. También está en natación y le hace falta una mano”.

Al otro día repite la rutina. Los sábados entrena de 6.00 a 9.00 a. m. y el resto del tiempo lo aprovecha para pasarlo con su familia. El domingo es el único día en el que el agua no cubre su pequeño y atlético cuerpo.

Esa exigente rutina, sus ganas de salir adelante y la emoción que siente cada vez que está en una piscina le permitieron, a su corta edad, ganar cuatro medallas de oro en los Juegos Juveniles Parapanamericanos (Buenos Aires, 2013), ser campeón mundial (Glasgow, 2015), lograr cinco medallas de oro y una de plata en los Juegos Parapanamericanos (Toronto, 2015) y obtener un oro, una plata, un bronce y cuatro diplomas en los Juegos Paralímpicos de Río 2016.

De todos estos títulos, el que más lo llena de orgullo es el oro que ganó en Río 2016 en la prueba de 100 metros pecho, no solo fue el primero en llegar, sino que también logró récord mundial: el cronómetro registró un tiempo de 1.12’ 50’’. “Estaba muy emocionado, tenía una sonrisa enorme que no me iban a quitar, me sentí muy orgulloso de mí mismo. Confirmé por qué era uno de los favoritos en esos juegos”.

Antes de iniciar cada carrera se encomienda a Dios, le pide que le dé fuerza para terminar la prueba y que si Él lo quiere ver primero, que así sea. Cuando sale vencedor y ocupa el lugar central del podio, hace una retrospectiva de lo que fue la competencia, si hizo una buena marca o no, si se equivocó o todo salió como pensaba y al sonar el himno nacional la emoción se apodera de él. A veces es tanta que no solo la expresa con su sonrisa característica, también con llanto.

Conocer el mundo

Si no fuera por la natación, sumada a su talento y entrega, Carlos no hubiera viajado a otros países –además de Argentina, Escocia, Canadá y Brasil, ya estuvo en México, Portugal, Alemania–. No se decide por uno, para él todos son hermosos, “es una gran bendición estar en lugares nuevos y vivir y disfrutar cosas diferentes”.

Eso sí, cada vez que está en un país donde tiene que comunicarse en inglés, anda muy cerca de sus compañeros que lo hablan sin dificultad porque es poco lo que sabe y prefiere no embarrarla diciendo cosas que no son, como aquella vez que por pedir una llave del cuarto en la recepción del hotel donde se estaban hospedando en Glasgow, decía “closet, “door” y le entregaron una plancha.

Su ilusión es seguir conociendo el mundo y espera lograrlo a través del deporte, por eso, todo lo que su entrenador le pide, lo cumple. Luis Carlos, más que un entrenador y su amigo, se convirtió en su padre en la natación. “Es muy joven, tiene 26 años, me ayuda a crecer deportiva y personalmente, es muy disciplinado. No olvido el día en que me dijo que ‘en los entrenamientos se ganan las medallas y en las competencias se recogen’, por eso soy un convencido de que si entrené bien, me va a ir bien”.

Así como él, Moisés Fuentes, nadador paralímpico, ha inspirado su carrera: a él le dieron seis tiros, quedó inválido y no se ha rendido. Entrenan juntos, son muy buenos amigos y le ha enseñado a no parar de luchar, a retarse a sí mismo y a no perder los sueños, porque sin estos la motivación no resulta igual. Afirma que es el deportista que más admira, siempre lo apoya en las competencias y “para mí es un verdadero guerrero, todo un campeón”.

Hoy, Carlos también lo es, ya sus luchas no son a los golpes para que no se rían de él, sus luchas y sacrificios tienen lugar en el agua para lograr ser “el mejor nadador del mundo”.

Un premio a la entrega

El 2016 fue un año lleno de triunfos y de metas alcanzadas para Carlos, además de haberse destacado en Río de Janeiro fue elegido por el Comité Paralímpico Internacional como el mejor deportista paralímpico. Para él, es reflejo de todo lo hecho con el entrenador, el cansancio y las vomitadas que sufrió en los primeros entrenamientos cobraron mayor sentido, pues el mundo deportivo lo reconoció como el mejor.

“Ser una persona disciplinada, luchadora y puntual me ha servido mucho para lograr lo que he alcanzado hasta hoy”

“Hoy la natación paralímpica en Colombia está en otro nivel. Vamos por muy buen camino, cada vez mejoramos y nos superamos más”