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El poder de trabajar en red: un legado que nos deja el covid-19

8 septiembre 2020 Sé relevante

Solidaridad y miedo han sido dos emociones ante la crisis y evidenciadas en las movilizaciones colectivas. ¿Qué nos dice esto sobre el ser humano?

​A las 8:00 p. m. en punto, los aplausos comienzan a escucharse. Inician en algún balcón, pero inundan un país entero. Al unísono, la gratitud para el personal de salud, que enfrenta la batalla contra el covid-19, se escucha en las ventanas, casas y diferentes edificios de las ciudades. La solidaridad colectiva a distancia es posible y este gesto viral fue uno de los primeros en dejarlo claro.

Sin embargo, mientras médicos, enfermeros, científicos y virólogos eran celebrados cada noche, en el día eran rechazados en sus conjuntos residenciales, supermercados, sistemas de transporte y espacios públicos. Este fue otro gesto que se volvió viral en cuestión de semanas: el del rechazo al otro.

¿Cómo es posible que dos emociones contradictorias convivan y se fortalezcan simultáneamente en momentos de crisis? Claudia Patricia Escobar, antropóloga y analista de Cultura del cuidado de SURA, explica que “los fenómenos de esta naturaleza y las polaridades se agudizan cuando identificamos situaciones de peligro. Hoy lo vemos también entre lo virtual y lo físico, lo público y lo privado, lo global y lo local. Esas ambigüedades comienzan a coexistir y las vivencias sociales no se escapan de ello”.

De esta forma, mientras, por un lado, nos aislamos físicamente de los demás para prevenir el contagio, por otro, nos empoderamos y unimos para conectarnos y actuar juntos. “Estamos viviendo una paradoja que hace que como sociedad transitemos entre el individualismo y la colectividad, que se entiende como solidaridad. Esta paradoja trae efectos como el cierre de fronteras, el surgimiento de nuevos discursos nacionalistas, y a la vez, la proliferación de múltiples iniciativas en pro del bien común”, indica la antropóloga.

Estas últimas han sido protagonistas para superar la crisis. En efecto, personas naturales, sociedad civil, el Estado y diferentes sectores económicos se han unido para apoyar y recolectar recursos para las comunidades más afectadas durante la pandemia. Ciudades capitales como Bogotá y Medellín, por ejemplo, se movilizaron por medio de ‘donatones’ cuyos objetivos fueron superados. Juntas recogieron más de $ 60’000.000 que fueron destinados a atender las necesidades de familias en situación de vulnerabilidad.

Las olas masivas de solidaridad como la anterior están sujetas a una explicación que va más allá de la racionalidad y que tiene que ver con los comportamientos que instintivamente asumimos los seres humanos en momentos de riesgo. Claudia Patricia Escobar lo señala así: “Sentimos seguridad al adoptar desde lo emocional las posturas o decisiones que cierta cantidad de personas adoptan. Estos comportamientos en manada o de rebaño nos gobiernan cuando estamos en esa búsqueda de seguridad”.

Y agrega que “las respuestas emocionales​ se dan en mayor potencia: la segregación comienza a aparecer como una respuesta instintiva frente al miedo a la muerte, a lo desconocido. Paradójicamente, el dolor del otro nos despierta la empatía y la compasión natural de los seres humanos y, por consiguiente, brotan también las respuestas de solidaridad que hemos visto. Ambas son formas de procesar esta situación”. Finalmente, Escobar manifiesta que aquellas respuestas son fortalecidas constantemente por los medios de comunicación masivos y las redes sociales, los cuales se convierten en plataformas tanto para difundir y darle visibilidad a nuevas formas de ayudarnos unos a otros, como para alimentar los sentimientos de pánico colectivo.

“Las crisis fracturan ciertas fronteras que estaban antes: legales, culturales o heredadas de concepciones de lo que se ha hecho así siempre. Este es un momento en el que las búsquedas de soluciones se aceleran, desde la inteligencia colectiva y la flexibilidad para adaptarnos rápidamente, y tienen frutos”, apunta la antropóloga. Esas fracturas, ya despejadas del miedo, pueden apalancar nuevos procesos de trabajo en red y quizá, entonces, después de superada la crisis, prevalezca en nosotros eso que nos motivó en un inicio a unirnos para inundar un país de aplausos a las ocho de la noche.

¿Qué puede pasar con estos fenómenos cuando la coyuntura pase? Posiblemente, que desde la razón nos demos cuenta del poder constructivo de la creatividad colectiva, de las movilizaciones conjuntas y de la empatía materializada, y, entonces adoptemos las redes colaborativas como una forma efectiva, consciente y empática de potenciar el futuro, no solamente de reaccionar ante el presente.

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