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“Siempre está la posibilidad de la próxima función”: Cristina Toro

28 marzo 2019 Decide

La reconocida actriz de El Águila Descalza lleva 34 años en el mundo de las tablas, aunque su vínculo con el teatro empezó en la niñez.

La dramaturgia de Cristina Toro es, por así decirlo, una representación de las experiencias vividas durante su niñez en Sonsón, el frío municipio del oriente antioqueño donde pasaba vacaciones junto con su familia. De esa época recuerda las puestas en escena de la Semana Santa, cuando veía al maestro Rómulo Carvajal trabajar en la creación y coordinación de las figuras, los ropajes y los actores que daban vida a los ritos sacros.

También la marcó la idiosincrasia de los sonsoneños, a quienes conoció en la intimidad de sus hogares por la labor de su abuela Pastora, quien recogía ayudas entre las personas adineradas para llevarlas a los menos favorecidos. Su papel era clave porque era quien cargaba de casa en casa la canasta con huevos y otros alimentos.

En los hogares de los ricos les daban parva y chocolate; en los de los pobres, aguapanela. En todos debían recibir para no hacer desplantes, así terminaran la jornada con indigestión. Las conversaciones de la abuela con los vecinos y las suyas con esas personas humildes que servían en la casa familiar, la acercaron al lenguaje y a las costumbres que serían claves en su formación y desarrollo profesional.

Cristina creció en una familia “acomodada” en la que hubo cercanía con la música, la literatura y las artes. Por eso su niñez y adolescencia transcurrieron entre el colegio Mary​​​mount y las clases de ballet, piano, guitarra clásica y equitación. “Me gustaba mucho que siempre había algo que hacer por fuera del estudio”, dice.

Sus papás la llevaban a obras en el desaparecido Teatro ​Junín​ y en el Teatro Pablo Tobón Uribe, donde Cristina no olvida a Sergio Mejía Echavarría, un actor de la época que, aunque se ganaba la vida en otras labores, tenía grandes dotes histriónicos y actuaba con pasión.

Poco antes de terminar el bachillerato, Cristina se acercó a la expresión escénica con el maestro Jairo Cuesta y esto representó para ella “una punzada muy fuerte”. Por eso, cuando ingresó a la Universidad Eafit a estudiar Administración de Empresas, ya estaba tocada por las ganas de hacer teatro​. Allí conoció a Carlos Mario Aguirre, quien era maestro del grupo de la institución, aunque​​ su historia juntos iniciaría más tarde.

De la “chaza” a la casa más linda

Las investigaciones que hizo sobre la historia del teatro​ en Antioquia y el panorama teatral en Medellín, afianzaron su conexión con las tablas. Una noche de enero de 1985, poco tiempo después de regresar de un viaje a Europa, se reencontró con Carlos Mario, que en ese entonces se presentaba en una pequeña “chaza” en Laureles en la que cabían siete personas. Cristina fue a ver la obra y quedó sorprendida por su talento. Esa noche, él le propuso que trabajaran juntos y ella aceptó sin titubeos.

A finales de abril del mismo año, dejaron la “chaza” y se mudaron a un espacio más grande. “Alquilamos la casa más linda de Laureles”, cuenta Cristina, con emoción, al recordar la que fue su primera sede juntos y la segunda de El Águila Descalza​Detrás de esa decisión vino otra más trascendental: dedicarse de lleno al teatro. Desde entonces han pasado 34 años.

Tanto tango, estrenada en mayo de 1985, fue la primera obra de Carlos y Cristina. Representó su bienvenida definitiva a las tablas y un reconocimiento entre el público que se comenzó a expandir. Pronto, la sala de la casona de Laureles se quedó corta y, para ampliar su capacidad de 25 a 50 espectadores, tuvieron que derribar un muro.

Las funciones seguían creciendo en público aunque diversificaron sus actividades: dictaban talleres, vendían funciones a empresas y hacían cualquier otra cosa, “pero lo más importante —en palabras de Cristina— es que estábamos construyendo una dramaturgia”.

En 1986 estrenaron País paisa​, el segundo montaje juntos y el cual, en palabras de Cristina, marcó un camino, el hallazgo de una dramaturgia que tenía el humor como eje y hecho liberador. La obra fue un éxito en Medellín, Colombia y el exte​​rior, tanto que, aún c​on el cierre intempestivo de su sede por una orden policial, llenaron otros escenarios que la acogieron, como los teatros Pablo Tobón Uribe, Universidad de Medellín y Metropolitano, donde hubo más 70 noches con lleno total.

Desde entonces, Cristina Toro y El Águila Descalza no paran de crecer. Más desde que en el año 2000 abrieron su propia sede en el barrio Prado, en una casona que hace un siglo fue considerada la más bella de Medellín. Ella se la soñaba; incluso un día fue a tocar su puerta para ver si la vendían y le dijeron que no. Hasta que la vio en un anuncio de venta en un periódico local y corrió a cumplir su anhelo.

Ver el mundo de otra manera

Hoy la vida de Cristina transcurre entre el teatro y la poesía, a la que se acercó en sus tiempos de universidad y luego por influencia de amigos como Víctor Gaviria y Juan José Hoyos. Este último editó su primer libro de poesía: (1995), al que luego le siguieron Cosas de mujeres (1999), Apuntes de errancia (2000), La humedad del fuego (2001), Obsesiones nocturnas (2005), Los pasos del olvido (2012) y Oración lujuriosa (2016). Poemarios en los que “uno toma distancia de uno mismo para poder ver el mundo de otra manera”, dice.​

Cristina aún recuerda lo que sintió el día de su “estreno” en una obra de teatro. Una mezcla de “susto”, “fragilidad teñida de fortaleza”, “abismo”, pero también poder decir “no me ahogué”. Lo evoca hoy, 34 años después de decidir dedicarse enteramente al teatro; luego de presentarse en incontables escenarios de Medellín, Colombia y el mundo; de alegrar​ el alma de miles, millones de espectadores.

Su amor por el teatro, por la creación, siguen más vivos que nunca. Y la mística del día de la función se mantiene: una jornada en la que descansa y se concentra más que de costumbre, calienta bailando tango durante 30 minutos, recita un pasaje que evoque magia, fuerza; al final salta al escenario para dar todo de sí. Una vitalidad que se mantiene porque, como ella misma dice, “siempre está la posibilidad de la próxima función”.

Fotos: Cortesía

Fecha de publicación: marzo 28 de 2019.
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