Luego de dirigir una compañía tecnológica en Colombia y la región Andina, esta ingeniera de sistemas creó una de las mejores librerías del país.
Detrás de una gran decisión en la vida suele haber una gran historia. Y es el caso de Yolanda Auza, quien recuerda un hecho providencial que marcó la reinvención de su vida profesional: el día en que descubrió que los números 10-47, que referenciaban la dirección de la casa que había comprado para montar la librería de sus sueños en el barrio Quinta Camacho, de Bogotá, eran también el año en el que Wilborada, patrona de los libreros y las bibliotecas, se convirtió en la primera mujer canonizada por el Vaticano.
Mediante una búsqueda en Google, Yolanda se dio cuenta de que Wilborada predijo, en el año 925, las invasiones húngaras en su región, al oriente de Suiza, y producto de esas revelaciones pidió a los religiosos de la abadía Saint Gallen, en la que había aprendido a tejer y encuadernar libros, esconder las piezas que componían la colección de la biblioteca para evitar su destrucción.
Con ese contexto, Yolanda emprendió un viaje a Suiza para reconstruir los pasos de Wilborada. En esos días, pintados de libros e historia, descubrió sobre la puerta de la biblioteca de la abadía una inscripción en griego que traducía “Botica para el alma”, frase que eligió como lema para su nuevo quehacer y ratificó que el nombre de la santa era la palabra medieval que había estado buscando para nombrar el segundo capítulo profesional de su vida: la Casa-Librería Wilborada 1047.
El primer capítulo había llevado títulos muy distintos: ingeniera de sistemas, experta en alta gerencia y presidente y gerente general para Colombia y los países andinos del proveedor de servicios informáticos Unisys. Fue en esta compañía donde trabajó 26 años, ocupando en principio cargos de programación y, luego, alcanzando posiciones directivas en las que duplicó las ventas y se convirtió en la líder del sector en Colombia.
Cuando cuenta cómo fue tomar la decisión de dejar una exitosa carrera en el mundo empresarial para lanzarse a abrir una librería, deja la sensación de que fue más fácil de lo pensado, pues todo fue cuestión de enfoque, es decir, de acallar las voces que cuestionaban su cordura para fijar la mirada en esa meta que la había perseguido por más de una década: “Sabía que a los 55, edad a la que me iba a retirar, iba a tener mucha energía y la mente dispuesta, por eso, mucho tiempo antes de jubilarme, ya decía qué iba a hacer después”, dice.
Inspirada por un retiro espiritual para mujeres al que asistió durante un fin de semana en 2012, en el que, con asesoría de expertas, se preguntó sobre sus aspiraciones futuras y los métodos para alcanzarlas, Yolanda tomó una primera acción: enviar una carta a sus jefes para notificarles que al cabo de año y medio, sin vuelta atrás, se retiraría de la compañía, por lo que debían empezar un proceso de transición en su cargo.
“Sabía que a los 55, edad a la que me iba a retirar, iba a tener mucha energía y la mente dispuesta, por eso, mucho tiempo antes de jubilarme, ya decía qué iba a hacer después”.
De esta carta, que oficializó los cambios que vendrían, se desprendieron nuevas acciones: visitar más a menudo librerías, ya no como cliente sino como estratega; invertir en el inmueble para evitar uno de los gastos fijos más difíciles de cubrir en este tipo de negocio: el arriendo, y empezar a adquirir los títulos que compondrían el catálogo.
Hoy, luego de casi cinco años de abrir la librería, Yolanda reconoce que esta ha superado todas sus expectativas. “De la manera en la que fui criada y la forma en la que aprendí a hacer negocios, había que tener más en cuenta los riesgos que las oportunidades. Por eso dije: voy a plantear esto a dos años, de tal forma que no me quiebre si fracaso… Yo pensaba que a la librería solo iban a ir las familias y amigos de los libreros y los míos”, dice en tono de burla.
Para su fortuna —más espiritual que económica—, la librería no solo se convirtió en un punto de encuentro para los ciudadanos por medio de los clubes de lectura y las actividades culturales que allí se agendan cada semana, sino que es una empresa autosostenible que hoy tiene ocho empleados, una comunidad de 18 000 personas en Facebook y una base de datos de más de 12 000 clientes, incluidos turistas extranjeros que la felicitan por tener un lugar tan especial como difícil de encontrar en el resto del mundo: “¡Y es que cómo no! Quedó tan bonita, tan llena de buena energía, que yo no podría estar más contenta”, puntualiza Yolanda.
Fotos: cortesía.
Fecha de publicación: marzo 6 de 2019.
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