Exponer tus inquietudes, escuchándote a ti mismo, es una buena forma de asumir responsabilidades sin culpar al otro.
‘Ir al sicólogo es para los locos’: una frase que está mandada a recoger pero que tiene explicación. Históricamente ha existido una prevención ante este proceso que es necesario para el ser humano y la razón, según la sicóloga Laura Vanegas, se basa en el desconocimiento de las personas siglos atrás, cuando,
“En la búsqueda de entender qué les pasaba, la solución era aislarlas. Las sacaban de los pueblos y las confinaban en barcos. Muchas veces se perdían y no volvían a saber de ellas. Años después, cuando se empezó a dejar de creer que eran personas embrujadas y se dio reconocimiento a las enfermedades mentales, los procesos de recuperación en hospitales especializados no eran los mejores. Desde allá viene el tabú y el temor de ir a terapia. A pesar de que los profesionales nos empezamos a ocupar de estas problemáticas, quedó el estigma de que es algo de locos”, afirma Vanegas.
Así como vas al médico para un chequeo de tu cuerpo, vas al sicólogo para revisar qué está pasando en tu mente. Como dice la experta: cuestionarte a ti mismo, con el acompañamiento de otro, te da una postura diferente, te permite evolucionar y mejorar constantemente. Así no tengas un problema que parezca grande o no seas consciente de este, cuando acudes donde un profesional de la salud logras escucharte, pues hablas y expones aquello que ronda en tu cabeza. “No es lo mismo tener un ‘diálogo interno’ a verbalizar lo que sucede. Cuando las palabras salen de ti puedes ‘observar’ lo que dices”, añade.
Lo común es que, a lo largo de tu vida, escuches a las personas que te rodean y pocas veces te escuches a ti. Crees conocer a tus familiares, amigos y pareja, cuando lo más importante es conocerte bien. Este último punto, Laura Vanegas lo define como el regalo más grande que te da un proceso sicoterapéutico; el otro es empezar a responder por tus actos y dejar de culpar a los demás, por ver en ellos reflejadas tus responsabilidades.
Cuando no te das cuenta de lo que pasa en tu mundo interno, usas la proyección como un mecanismo de defensa, es decir: ves afuera lo que hay adentro. Interpretas una situación externa según lo que hay en tu interior. De acuerdo con la sicóloga, “el proceso de terapia te permite ver qué es eso que está adentro y cuáles son las ‘gafas’ con las que observas el mundo para darte cuenta de qué estás proyectando en el otro”.
¿Cómo iniciar tu proceso sicoterapéutico?
Si no conoces las diferencias entre las corrientes de la sicología (dentro de las cuales están la cognitivo-conductual, el sicoanálisis, el humanismo y la transpersonal), es mejor que investigues, pues cada profesional se inclina por una, según su postura y la mirada que hace del ser humano. Al encontrar la opción que te haga sentir cómodo, agenda una cita.
Ten presente esto: no empieces pensando cuánto tiempo vas a tardar. Basado en el primer diagnóstico, el sicólogo define cada cuánto verte, lo habitual es que al comienzo sea cada semana o cada quince días. Además, puedes descubrir situaciones por las que no ibas inicialmente, pero que tienen un impacto fuerte en tu vida y hay que trabajar en ellas.
Si bien es cierto que a medida que el trabajo progresa los encuentros son más espaciados, lo recomendable es que continúes hasta que el profesional lo diga, con el fin de no dejar inconcluso tu proceso.
Puede pasar que mientras avanzas tienes la sensación de que algo te afecta, algunos podrían describirlo como ‘sentirse peor que cuando no iban al sicólogo’ y esto, según Vanegas, también tiene una explicación: vas por una intención pero resulta que en el proceso descubres otras situaciones reprimidas. El sentirte mal es porque le quitas la venda a unas heridas que han estado anestesiadas y decides curarlas; es algo humano y natural.
Vivir tu experiencia terapéutica, además, te da herramientas para fortalecer otros vínculos por medio de terapias de pareja o familiares, lo importante es contar con tu proceso sicoterapéutico como base para reconocer lo que es tuyo y lo que corresponde a los demás.
Puedes empezar en el momento que sea, cuando sientas el llamado a trabajar por ti y cada una de tus inquietudes. No hay una edad ideal para iniciar este proceso, los momentos de la vida cambian mucho: hay personas para las que la infancia es complicada, para otras lo es la adolescencia o la adultez. Todos vivimos situaciones distintas, lo importante es buscarles solución de la manera que cada uno considere conveniente.
Fecha de publicación: julio 27 de 2020.
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