Conocer qué piensa y qué desea el otro requiere tiempo y atención. Hay que sacar el espacio para interactuar y comunicarse con los demás.
Conocer qué piensa y qué desea el otro requiere tiempo y atención. Hay que sacar el espacio para interactuar y comunicarse con los demás.
A pesar de que la tecnología nos brinda cada vez más posibilidades de comunicación, la soledad se ha convertido en un factor que define la vida moderna. Podemos llamar a quien queramos, así esté a miles de kilómetros de distancia, podemos acceder a cualquiera instantáneamente, y sin embargo estamos solos. ¿Cómo es posible?
El asunto radica en la pequeña diferencia que hay entre hablar y comunicarse. Un simple hola, un emoticón, un OK, nos dice que la persona está al otro lado, pero no nos da la posibilidad de interactuar, y es que comunicarse requiere tiempo, cercanía emocional y atención, no se trata solamente de intercambiar palabras, sino de dar tiempo, de estar cómodos y seguros para que esa puerta que protege nuestra intimidad se abra y pueda haber un intercambio profundo, real y con sentido.
La velocidad de la vida, las comunicaciones instantáneas y “al grano” se han instaurado también en el ámbito familiar y de pronto descubrimos con sorpresa que esos niños con los que vivíamos, ya no lo son y tienen formas de pensar que no identificamos, o dejamos de reconocer a esa persona con la que nos casamos y que entendíamos tan bien. ¿A qué horas pasó?
Muchas veces los cambios en quienes nos rodean son sutiles y no se ven a simple vista. Se requieren observación, tiempo y capacidad de escucha para entender los pequeños giros que da la mente humana. Preguntar y escuchar. No esperar y buscar simples respuestas de sí, o no, sino dar la oportunidad a que el otro se exprese, divague, hasta que nos logre mostrar un poco de su mundo interior. Qué piensa, qué quiere cambiar, qué espera del futuro, qué asuntos lo enfadan, todas son respuestas que necesitan tiempo, tranquilidad y voluntad de conversar.
Un acto positivo, sanador, que nos ayuda a aclarar nuestros propios pensamientos, nos alimenta, nos saca fuera de nosotros mismos y por lo tanto nos enriquece. Conversar es intercambiar almas y pensamientos, descargar y nutrir el corazón y todo esto se considera fundamental para la salud física y mental.
La invitación es a que conversar no sea solamente algo para rellenar un espacio mientras se conduce, se espera, sino una actividad en sí misma. Saber del otro, reconocerlo, tener claro en qué punto del mundo está y así entender también dónde estamos nosotros.
Conversar no es solo compartir palabras, sino también intercambiar almas y pensamientos, descargar y nutrir el corazón. Requiere tiempo, cercanía emocional y atención.
¿Con qué frecuencia conversa con las personas que son importantes para usted?