Cómo tratar el consumo de alcohol en los menores

El buen ejemplo y el diálogo constituyen la mejor estrategia para prevenir el consumo de alcohol en los menores.

41% de los jóvenes compran alcohol sin dificultad (a pesar de las prohibiciones de vender a menores de edad). Cifras de Fundación Nuevos Rumbos, 2015.

Enseñarles a protegerse del consumo de alcohol es tan importante como enseñarles a protegerse de las drogas. El diálogo, el apoyo familiar y la prevención son claves para evitar adicciones y complicaciones emocionales y de salud.

No hay una fórmula mágica para prevenir el consumo de alcohol y drogas en los menores, se trata de conjugar varios factores:

• Presión social: muchos niños y jóvenes se ven impulsados a consumir alcohol o drogas por presión de sus compañeros, para “pertenecer”, para no ser “diferentes”, para no parecer “raros” o “cobardes”. Si a un niño se le enseña a enfrentar presiones y pequeñas frustraciones, a tener claras sus prioridades, sus valores, su salud y a decir “no”, estará mucho mejor equipado para aguantar esta presión común en la época de la adolescencia.
• Los amigos y el entorno: está demostrado que son un factor de riesgo para el inicio y perpetuación del consumo de licor y sustancias psicoactivas y por ello los padres deben ser muy conscientes de quiénes son los amigos de sus hijos, en qué entornos se están desenvolviendo y estar alertas a cualquier cambio conductual, de sueño o de ánimo.
• Cero tolerancia: los menores de 18 años no deben consumir alcohol y la Ley de Infancia y Adolescencia lo prohíbe. Darles para saciar su curiosidad, porque “qué importa una vez”, porque es “mejor que beban conmigo y no en la calle”, porque “estamos de celebración” constituye un error.
• Un rol de padres claro: los padres son los responsables de enseñarles a los niños lo que es el mundo, a defenderse y protegerse de él, a actuar responsablemente, a tener y respetar límites, indispensables para vivir en la familia y en sociedad y se deben incorporar desde el hogar.
• Dialogar y escuchar: la confianza se gana escuchando, siendo comprensivos, concretos y coherentes, además, se debe evitar juzgarlos o atacarlos y respetar sus sentimientos y opiniones. Si hay confianza y los pequeños se ven en dificultades buscarán la ayuda de sus padres.
• Educarlos con constancia y coherencia: la repetición de un mensaje o una rutina día tras día hace que se generen engramas (estructura de interconexión neuronal estable que generan una reacción automática) que pueden ser protectoras o de riesgo. Si los padres estresados siempre recurren al alcohol, en el inconsciente del niño se graba que el alcohol “cura” el estrés y posiblemente asumirá la misma conducta. De igual forma, si siempre ve respuestas constructivas y positivas, las introyectará y lo protegerán en el futuro.
• Hablar del tema según la capacidad de comprensión: explicarles los efectos que puede tener en su salud; enseñarles que beber antes de los 18 años es ilegal; enfatizar las normas y consecuencias en el hogar si se incumple la norma; ser coherentes, es decir, cumplir lo que se está anunciando.
• Saber qué ocurre con nuestros hijos: estar atentos a su comportamiento, a sus amigos, sus formas de pensar y estar alerta sobre cualquier signo de consumo de licor u otras sustancias.
• Enfrentar el propio problema: un padre o una madre alcohólica difícilmente podrán decirle a su hijo que no beba. Es necesario primero identificar, aceptar y tratar la propia situación para poder protegerlos a ellos de una futura adicción.
• La genética: la predisposición genética cada vez cobra más importancia y es un determinante para el consumo problemático de alcohol. Sin embargo, se tiene claro que puede contrarrestarse efectivamente con un buen ejemplo en casa, cuidando los entornos externos, con educación, para que cuide su salud desde pequeño y para evitar riesgos.
• Quererse, valorarse, cuidarse: el autocuidado va asociado a que se quieran y respeten a sí mismos, a que valoren su cuerpo y se sientan responsables frente a él; a que se sientan bien, eviten acciones o conductas que les hagan daño o que puedan enfermarlos. La prevención contra el alcohol también está ligada a enseñarles desde pequeños a respetar y cuidar su cuerpo y su salud.
  

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Lo que el alcohol representa en un menor

• Interfiere con el desarrollo del cerebro, tiene efectos en la corteza prefrontal (control de impulsos, raciocinio, juicio); disminución en 10% del hipocampo (problemas de memoria, aprendizaje y almacenamiento de información); menor agudeza mental.
• Genera dificultades académicas (ausentismo, deserción escolar o bajo rendimiento).
• Altera el desarrollo y crecimiento de los huesos.
• Mayor predisposición a enfermedades respiratorias.
• Mayor predisposición a contraer infecciones.
• Genera trastornos del sistema endocrino, especialmente de la hormona de crecimiento (GH) y del desarrollo y maduración sexual.
• Produce trastornos cardiovasculares: alteraciones del ritmo cardiaco, hipertensión arterial y miocardiopatías.
• Ocasiona trastornos gástricos: irritaciones en la pared intestinal que aumentan la probabilidad de desarrollar gastritis, vómito y alteraciones del tránsito intestinal.
• Mayor probabilidad de desarrollar enfermedades mentales y del estado del ánimo, como depresión o ansiedad. Puede ser un desencadenante de condiciones psicóticas latentes.
• Aumenta el riesgo de conductas sexuales que conduzcan a un VIH/sida, contraer enfermedades de transmisión sexual, hepatitis B o la ocurrencia de un embarazo no deseado.
• Mayor probabilidad de ser víctima de delitos como violación, robo y agresión.
• Mayor riesgo y probabilidad, según las estadísticas, de ser víctima o estar vinculado con crímenes violentos.

Comenzar a beber antes de los 14 años multiplica por 4 el riesgo de alcoholismo y aumenta 10 veces el riesgo de consumo de sustancias en la adultez.

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