Rutina para el cuidado básico de la piel

Limpiar, hidratar y proteger son prácticas esenciales para el cuidado de tu piel. Hacerlo de la manera adecuada depende, entre otras cosas, del tipo de piel que tengas y de si sufres alguna enfermedad o afección.

La piel, el órgano más grande de tu cuerpo, regula la temperatura corporal y te protege de factores externos como microorganismos y sustancias químicas que pueden dañar tus células. Cuidarla es fundamental para que las bacterias no ocasionen daños, las células no se alteren y esta tenga un proceso normal de recambio.

María Fernanda Corrales, dermatóloga, dice que adoptar una rutina diaria de limpieza, hidratación y protección solar con productos adecuados es clave, excepto si un especialista recomienda que dicha rutina se haga, por ejemplo, cada dos o tres días. Asimismo, actuar a tiempo ante cualquier señal de cambio depende de que la piel se examine constantemente.

Identifica tu tipo de piel y los cuidados que requiere

Existen tres tipos de piel: seca, grasa y mixta. Sus características son las siguientes:

Piel seca: se identifica porque no suelen apreciarse poros ni texturas. Quien tiene este tipo de piel, por lo general, debe extrahumectarla para sentirse más cómodo. Una de sus desventajas es que envejece y se arruga más rápido.

Piel grasa: se reconoce por la presencia de poros dilatados hasta la parte de atrás de la mejilla. Hay dos subtipos: una piel con agua (aquella que es brillante) y otra sin agua (tiene los poros dilatados, pero no brilla). Entre los beneficios de la piel grasa están su flexibilidad y que se demora más en envejecer.

Piel mixta: es la más común de todas y se caracteriza porque tiene una zona T (toda la frente pasando por el entrecejo y la nariz hasta el mentón), que es más grasa y con poros dilatados, pero con las mejillas más suaves y secas que el resto del rostro. Este tipo de piel incluye la piel normal, es decir, aquella que tolera cualquier producto.

Productos adecuados para tu tipo de piel

Sin importar el tipo de piel que tengas, es necesario que la hidrates. Si tu piel es seca, los productos hidratantes que uses deben ser ricos en grasa. Si, por el contrario, es grasa, acude a una hidratación mucho más acuosa, a base de agua. El uso de hidratantes dermatológicos o cosméticos depende de las recomendaciones que te dé un profesional y de si tienes alguna enfermedad o contraindicación. Lo importante es que conozcas las características de tu piel y utilices el adecuado. Esto también aplica para el protector solar.

Sobre este último, lo principal es que tenga un nivel superior a 30 como factor de protección solar (30 SPF, por sus siglas en inglés) contra los rayos UVB (rayos ultravioleta tipo B). Si tienes alguna enfermedad como sensibilidad o lesiones precancerosas, o has tenido cáncer de piel, el factor de protección debe ser mayor a 50 contra los rayos UVA (rayos ultravioleta tipo A), ya que estos por su longitud de onda penetran la piel con más profundidad.

María Fernanda Corrales explica que, “si bien el sol tiene muchos beneficios, genera daños. Estos van desde manchas, arrugas y envejecimiento hasta enfermedades como rosácea, acné y cáncer de piel”. Para que su cuidado sea óptimo, el protector solar debe aplicarse quince o veinte minutos antes de salir de casa, sin importar si es un día soleado o gris. De hecho, hay que utilizarlo así no se salga del hogar.

Ojo a la automedicación y a los productos caseros

La automedicación, señala María Fernanda, no es recomendable en ningún caso porque podría generar irritaciones y la aparición de otras lesiones y daños en la piel. Asimismo, el uso de productos como azúcar, café, limón y bicarbonato para exfoliar. “Estos no están diseñados para una aplicación directa y pueden generar, incluso, quemaduras. Lo correcto es consultar al dermatólogo”, concluye la experta.

Fecha de publicación: mayo 18 de 2021.

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