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Valorar el presente

18 enero 2021 Revista 5 Sentidos

A la vida la componen las sensaciones, emociones y experiencias del ahora, del día a día, del presente.

Niña con globos de colores

Al presente lo habitan las alegrías, las experiencias y las sensaciones, es el único espacio que nos da la vida para hacer lo que nace del corazón.

Por: Claudia Arias V.

Cerrar los ojos y volver a la casa de la infancia, sentir el timbre de la puerta y ver a la mamá entrando con las bolsas del mercado, imaginar que en una de ellas viene la chocolatina favorita, alegrarse… Destapar la misma chocolatina hoy, disfrutarla igual, disfrutarla más. La casa de hace cuarenta años ahora está habitada por otros, el empaque de la chocolatina no es el mismo, quizás hasta la receta haya cambiado, pero la historia que nos une a ella, a la casa, a la mamá, al mercado, la hace imbatible.

Hay un pasado que llena nuestro presente de sentido, que lo hace entrañable, pero solo lo vivimos así cuando evocamos desde el corazón; no para habitar de nuevo ese pasado, o sí, pero desde el presente, único momento que tenemos, que vivimos y que recorremos para llegar a un futuro desconocido, que tampoco poseemos, pero que depende del hoy. El presente como abstracción, solo enunciar la palabra para verla en el pasado, asirlo resulta un sinsentido, queda vivirlo, y dependiendo de cómo lo hagamos, nos trae dicha o desconsuelo.

Una maratón (42,195 km) ilustra el asunto. Cuando se recorre el primer kilómetro, si se piensa que faltan más de cuarenta, abandonar parecería una mejor idea. Por eso, al pararse en la línea de partida, los duchos aconsejan ir un kilómetro a la vez, concentrarse en cada paso, mirar el piso, si es pavimento, quizás elegir una raya divisoria para seguir con la mirada y abstraerse; visualizar la meta sí, pero saber que solo se alcanzará con la conciencia puesta en cada kilómetro que, inevitablemente, debe pasarse antes de llegar a ella. Mirar atrás por un momento y ver cuánto hemos recorrido.

Pensamos en el mindfulness o atención plena: ejercitar la conciencia, poner cuidado a la experiencia, sin juzgarla o reaccionar a ella, sea agradable o desagradable, todo para desarrollar la paciencia, la aceptación y la no reactividad. En la carrera sería ir atento a los propios pasos, aceptar el ritmo que se lleva sin importar qué tantos atletas se nos pasen, lidiar con el calor, el dolor o el hambre cuando aparezcan, recordar que todo es pasajero y que hay un objetivo mayor: al pasar la meta ya no seremos los mismos que se pararon en la línea de partida un par de horas antes.

El presente es un cúmulo de situaciones, sensaciones, pruebas, alegrías, dificultades, la suma de la vida misma no es solo una aventura maravillosa, tampoco suele ser una desdicha sin perspectivas (aunque hay vidas así), pero la mayoría vivimos en un mar incierto en el que nadamos con mayor o menor conciencia. Las circunstancias son las que son, a veces de forma irremediable, cómo transcurramos por ellas puede hacer la diferencia: mirarlas desde la barrera, aceptarlas, buscar la forma de continuar mientras la ola pasa, en lugar de luchar con ella.

Abrir los ojos y volver al presente, sentir cómo se derrite la chocolatina en la boca, agradecer que todavía podemos disfrutarla, reconocer la casa, la mamá, el mercado, el camino que nos tiene en el hoy, recordar desde el corazón y con alegría, sabiendo que la vida ahora es otra, la misma, pero otra. Cerrar los ojos de nuevo, mirar al futuro, a la incertidumbre, temer, aceptar, regresar, buscar la línea sobre el pavimento, dar un paso, otro, uno más, poner atención a la experiencia, sin juzgarla. Aceptar, fluir.