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Totó la Momposina, vivir para cantarla

25 enero 2021 Revista 5 Sentidos

Sonia Bazanta Vides, mujer del caribe y cantadora, debe su nombre artístico, Totó la Momposina, a sus padres. Aquí su historia.

Mujer sonriendo

Sonia Bazanta Vides, mujer del caribe y cantadora momposina, debe su nombre artístico a sus padres, quienes la llamaba Toto por su forma de responder al sonido del tambor to-to-to-too. Un día una tilde se atravesó y es la que conocemos hoy: Totó la Momposina. Aquí su historia.

Sonia nunca iba descalza porque Daniel Bazanta, su padre, oriundo de Magangué, era zapatero de profesión. Totó, en cambio, siempre ha cantado y bailado a pie limpio como “La Diva Descalza” que algunos llaman. “Mi mamá nos enseñaba a bailar la Danza de los indios farotos, que es de rigor aprenderla dentro de la filosofía doméstica. Se usa para percibir el gusto por el movimiento, la música y el ritmo”.

Se dice anfibia, como Mompox. Niña rebelde, nació en Talaigua Nuevo. Es mestizo todo su ser: melena leonina, piel parda, ojos achinados, una boca carnosa que se quedó joven para siempre y una sonrisa luminosa como de marfil.

Viene de árbol

“Cuando uno tiene legado musical y la herencia ancestral, independientemente de las influencias del entorno, marca para siempre. Y hay que dedicarse a lo que tienes dentro, a lo que escuchaste, a lo que viste. A mí nunca se me pasó por la mente dedicarme a otra música diferente de la que oía desde niña.”

Esas influencias, fueron además, definitivas para sus hijos. Marco Vinicio Oyaga, uno de ellos y compañero músico del grupo, decidió dejar la biología y convertirse en percusionista de modo formal, aun después de estar tocando desde los nueve años con Totocito, como prefiere llamarla.

“Mis tres hijos nacieron artistas y de mis nueve nietos, ocho lo son. Eso viene de árbol. Y siguen cantando La tanguita, Las torticas o Pinguero, pinguero tu mamá te parió en cueros, sin camisa y sin sombrero…Y con eso aprendieron a bailar”.

Su música viene del Caribe y no de la música antillana como puede creerse, “nosotros pertenecemos a los indios caribes, de la etnia de los chimilas […] los bailes y las denuncias se hacían con danza de indios y se hablaba de lo que a uno le gustaba o no”.

Zapatero a tus zapatos

Totó y sus padres salieron hacia Barrancabermeja. Su abuelo trabajaba con zapatería y así empezaron a hacer botas para empleados de las petroleras. Luego Villavicencio, donde Totó –hija mayor– vio nacer a sus hermanos. De allí se vieron también forzados a huir a Bogotá debido a la violencia desatada el 9 de abril de 1948.

En medio de la fabricación de zapatos, Libia Vides, su mamá, inventa un grupo con las cuatro hijas Bazanta: Danzas del Caribe, en el que Totó cantaba y bailaba. Ese grupo fue el mejor modo de mantener sus raíces vivas, y de remendarlas, ya descosidas por el miedo y el desplazamiento. La zapatería era el sustento, pero la música era la vida de los Bazanta de Mompox.

El papá, además de percusionista y melómano, organizaba parrandas con los músicos que vivían o pasaban por la ciudad. “La casa era un centro cultural de toda la costa colombiana en Bogotá”, asegura Vinicio, su hijo. Allí llegaban los Gaiteros de San Jacinto, todos los acordeoneros viejos: Luis Enrique Martínez, Pacho Rada, Colacho Mendoza, los Hermanos Zuleta, los Hermanos López, Alejo Durán, Nafer Durán y la lista sigue.

El señor Daniel era hijo de un director de banda que interpretaba el clarinete y que según cuenta Gloria Triana –antropóloga y amiga entrañable de Totó–, en un artículo publicado en Nómadas, “…Cuando Totó comenzó su carrera como cantadora profesional y lo llamaba para ensayar, él le decía: ‘No, mija, a mí no me llame para eso, nosotros nacimos ensayados’”.

De respondona a cantadora

“Ser cantante o tener una buena voz no lo hace a uno cantadora. Esa idea es la que tienen en el interior”, afirma sin pretensión. Una cantadora es una señora consejera, líder del grupo y la comunidad, sabe de plantas, echa cartas, es madre, cocina y puede sanar. Una suerte de chamán con poder de expresar sentimientos propios, del pueblo o su entorno: “como la Mamá Grande de García Márquez”. Esa otra parte que no se ve, es la que hace falta cuando hay una cantante que quiere ser cantadora, pero no tiene esas experiencias.

Ella recibió primero de su mamá esa información. Pero se fue a investigar más. Y encontró a las cantadoras Estefanía Caicedo y Ramona Ruiz, con las que empieza a convivir. Vinicio dice que “donde la señora Estefanía pasaba meses y meses aprendiendo. Estefanía era la cantadora y Totó ‘la respondona’. Esa capitanía tenía que ganársela. Para poder interrumpir a la cantadora y decir ‘aquí estoy yo’, hay que merecer el permiso de la que canta de verdad verdad. Totó tardó casi tres años para ello. Esa misma filosofía que recibió, la trasmite a su entorno cuando canta”. Más tarde, compuso Oye Manita, dedicada a Estefanía, su maestra.

Mujer cantando

Vivir para cantarla

Eran los inicios de la televisión colombiana y Danzas del Caribe se presentó en el programa Acuarelas costeñas, hecho que impulsó a Totó a participar en varios festivales por el país. En una de esas correrías, en 1954, compartió escenario con Celia Cruz, quien le dijo a Libia que su hija llegaría lejos. Diez años más tarde, la cantadora se convirtió en Totó la Momposina y sus tambores.

El mundo la esperaba. Viajó y cantó. Ya nunca más paró. Para Totó esto no fue suficiente y buscó a Gloria Triana, pues consideró que los intelectuales debían tomar en sus manos los estudios de la música tradicional popular. Recorrieron poblaciones de la depresión momposina, documentándolo todo. Unidas empezaron a hacer festivales de música, hasta que Gloria logró que en la universidad se estudiaran todas las tradiciones culturales de Colombia, recuerda Totó.

Después de haber encantado y hecho bailar a suecos y foráneos durante la premiación del Nobel en 1982, por invitación del mismo Gabo, no hubo duda de sus poderes. Decidió quedarse una temporada en París y como ya había estudiado Técnica vocal en la Universidad Nacional, estudió Historia de la danza, coreografía y ritmo, Organización de espectáculos en la Sorbona, e Historia del bolero en Cuba.

Sus primeros conciertos en Inglaterra fueron a través del World Of Music, Arts & Dance, creado por Peter Gabriel, con quien ha colaborado en otras ocasiones. Como en 1991, cuando Gabriel la invitó a grabar con su sello Real World La candela viva, álbum que salió en 1993.

Se define cantadora por el estilo de música raíz que elige. Se identifica con los bailes cantados como el chandé, el bullerengue o las chalupas, pero, además, canta música tradicional popular. Deja de ser cantadora como tal, como decir Petrona Martínez, y da un paso adelante con temas de compositores como Lucho Bermúdez, José Barros, Francisco Escobillas, Pablo Flórez y ahí se convierte en intérprete: “Está un paso por encima de las cantadoras y otro por encima de las cantantes”, aclara Vinicio.

Basta hacer el ensayo y tomar versiones bien cantadas de El pescador, de José Barros, y luego dejar sonar a la Momposina, para sentir la música regada por todo el cuerpo. Para sacarnos un arsenal de gritos ancestrales: gritos de raigambre negra o indígena que semejan cantos de vaquería y nos dejan comprender la soledad del vaquero, gritos del guapirreo del Sinú, gritos que nos muestran cómo tenemos dormidas expresiones raizales en el inconsciente de nuestra cabecera musical. Despierta la herencia y por más que el espejo no siempre devuelva el reflejo exacto de todas esas mezclas, ahí están, eso somos. Asalta a todos, nadie se salva. He ahí la diferencia.

Las canciones modernas le cuesta trabajo aprenderlas. Por ejemplo, Soledad, una cumbia relativamente contemporánea en homenaje a Gabo y a Cien años de soledad, la canta porque la siente como una vivencia propia. Lo mismo sucede con los bullerengues o los bailes cantados, se le facilitan. No canta porque haya que cantar.

La letra de El hambre del pescador es real, la toca, la aprendió en tres días y la canta con ese espíritu. Otros temas tradicionales que dan cuenta de ese lenguaje y atmósferas sentidas para ella son Sabores del porro, Fiesta vieja o La cumbia está herida.

La cumbia está herida

Mujer bailando

…Mis campos eran sanos, no estaban manchados
Llegaron foráneos, con el graje en la mano (bis)
La luna está roja, será porque sufre…
…Y al oír como suenan, escapar metralletas,
al inocente condenan y nadie protesta…

Al preguntarle qué piensa de que nuestra música originaria, por momentos, involucre en su canciones temas políticos o sociales como en La cumbia está herida, de Pablito Flórez, responde pausada: “Eso está involucrado en el proceso del hombre. ¿Nosotros estamos viviendo una guerra?, pues hay que decirlo. Pero hay que cantarlo bonito. Es una forma de exorcizar y escribir la historia verdadera. Todo lo que yo canto es verdadero. Nada es mentira, si canto en inglés música que no me pertenezca, pues entonces mentiría”.

Y los mejores son muchos. “No puedo decir que la piedra angular de la música del Caribe es un personaje. Son todos. Los que están en los pueblos son protagonistas: Paulino Salgado, alias Batata, hijo del gran Batata de San Basilio de Palenque de la peña africana, es el mejor tamborero. Y si nos vamos de pueblo en pueblo, todos son los mejores tamboreros, porque una cantadora no canta bien si no tiene sus buenos músicos”.

–¿Y el maestro José Barros?

–Ah, no. El maestro José Benito fue un gran compositor. Componía bajo la inspiración del ocaso, del sol y su salida, y de todas las historias que existen allá: la Llorona loca es cierto, lo del pescador, lo de los bogas, todo es cierto. Viene de la contemplación.

Corazón percutor y mestizaje musical

Sus instrumentos fundamentales son los que se usan en el Caribe: gaitas, millos, tambores, maracas, coros, la percusión media, los guaches, las guacharacas. Y defienden seguir fieles al origen, pero están abiertos a nutrirse.

Aunque han recibido críticas porque Totó no solo es tambores, ellos poseen todos los instrumentos de la música tradicional popular colombiana.

Hay gaitas, y el bajo, que está en toda la música caribe. “Es uno de los instrumentos más importantes, al final es nuestro sello, pues es el intermedio entre la melodía y la parte de la percusión. El bailador, baila con el bajo”, sigue Vinicio: “Un son sin bajo es inimaginable. Estamos integrando esa instrumentación a los bailes cantados. Tenemos, por ejemplo, un bullerengue con todos los instrumentos. Es decir, que además de ser tradicional, hacemos un bullerengue de evolución. Es un camino natural de crecimiento en la música”.

Validar lo nuestro, desde lo nuestro

Totó ha pasado por encima de todas las modas musicales después de sesenta años de carrera. Vinicio defiende que ellos hacen el proceso al contrario, “desde lo nuestro, validar lo nuestro”.

Buscan cómo evolucionar desde la raíz, coloreándola sin cambiar su origen. Ahora tienen trompetas, clarinete, saxo, bajo, guitarra eléctrica, tambores. Si quitan todos esos instrumentos quedan los tambores haciendo la música tradicional popular. “La raíz es la misma y lo que hacemos es colorear con instrumentos de la música popular de todo el Caribe colombiano. Hacemos música de banda, pero no somos una banda pelayera; música de guitarra, pero no somos como Bovea y sus vallenatos; tenemos gaitas, pero no somos los Gaiteros de San Jacinto aunque sí hacemos esa música. Integramos gaitas con guitarras, con la banda…, esa mezcla de lo nuestro es lo que nos da vigencia”.

“Siempre preguntan y digo que cada quien hace sus propuestas de géneros de música, y el tiempo dirá qué va a prevalecer y qué va a morir. Así de simple”, remata Totó.

Legado momposino

Hablar de su legado es reconocer la música como identidad cultural. Saber quiénes somos musical y culturalmente. “El valor que se da afuera a Totó y a la riqueza de la música del país es mayor. Eso ha despejado caminos para muchos que vienen detrás”. Puertas que no han parado de abrirse desde que comenzó, hace cuarenta años, su labor de divulgación a través de la música tradicional popular. “El asunto”, anota ella con picardía, “es tener buen gusto musical para poder realizar un trabajo serio. Uno dice vamos a hacer esto con asunto, este movimiento con asunto, esta música con asunto. Acompañado de todo el resto: sentido de pertenencia, unidad, respeto, el saber de dónde se viene. Con gusto y con amor. Lo que se hace sin amor no progresa”.

Es separada de un médico y a menudo cuenta que aunque tuvo muchos pretendientes, su gran amor es la música. El amor. Tal vez eso explica su voz profunda que sale como si una raíz en llamas fuera arrancada de la tierra, pero que es agua y viento mientras canta. Al conversar se torna sanadora, un lugar de rituales. Una especie de nana que acuna e hipnotiza con frases cortas y pausas que marcan el ritmo y el sentido de las cosas, como si el tiempo fuera eterno. Eso: el río Magdalena que recibe al Cauca sin afanes, porque no paran de fluir y confluir. Una geografía que respira aires mestizos, ecos del mar y una vegetación de selva. Una especie de burbuja cósmica conectada con todo, como ella misma, como Totó, una isla fluvial en la mitad del universo.

Mujer sonriendo con micrófono

Totó en datos

  • Fecha de nacimiento: 1º de agosto de 1940 (76 años), Talaigua Nuevo (Bolívar), Colombia.
  • Padres: Daniel Bazanta y Libia Vides de Bazanta.
  • Hermanos: Aminta, Consuelo, Noemí y Daniel.
  • Descendientes: 3 hijos, 9 nietos.
  • Oficio: cantadora y compositora.
  • Primer grupo conformado: en 1964, junto con sus padres y hermanos.
  • Se dedica a la música de manera profesional: desde 1974.
  • Géneros: cumbia, bullerengue, porro, mapalé.
  • Tipo voz: mezzosoprano.
  • Primera producción: en Francia, 1983.
  • Innovación: en 1996 introdujo metales y bajo a la percusión y lanzó un disco llamado Carmelina. Pasaron tres años y publicó su más ambicioso trabajo, Pacantó, grabado entre Colombia, Inglaterra y Francia y editado por World Village en el 2002. (En esa obra Totó debuta como compositora e incorpora a su banda músicos africanos).
  • Álbumes: Tambolero, La candela viva, La bodega, Gaitas y tambores, Tambores y cantos, El asunto, Carmelina, Pacantó. Cantadora.
  • Premios: recibe el Premio Grammy Latino en 2013.
  • Discos: 9.
  • Año de salida de Colombia: década de 1970. A Guayaquil (Ecuador) a reemplazar a Matilde Díaz en una presentación.
  • Viaje más importante de ese período: Radio Music Hall, Nueva York.
  • Pieza colección: su primer álbum, grabado en 1982, tuvo una tirada inicial limitada, por lo que es considerado una pieza de colección.