Hay que derrumbar estereotipos y devolverle la dignidad y naturalidad al proceso de envejecer, así como al hecho de ser persona vieja.
La vejez no es una tragedia. Hay que derrumbar estereotipos y devolverle la dignidad y naturalidad al proceso de envejecer, así como al hecho de ser persona vieja. Le contamos cómo.
Envejecemos desde el día que nacemos, en un proceso democrático que los humanos, sin excepción, vivimos. Somos finitos. Nacemos, crecemos y morimos, y esto no es una tragedia ni algo que debamos esconder, negar, o de lo que debamos huir. Saber que tenemos un tiempo definido en esta vida la hace más valiosa y por lo tanto nos impulsa a aprovecharla mejor, a hacer que cada segundo cuente.
Envejecimiento es diferente a vejez
Envejecer es un proceso ligado a la vida desde su comienzo e implica vivir cada día más. Por otra parte, la vejez o el ser persona vieja, anciana o “adulta mayor” significa, básicamente, haber vivido comparativamente más tiempo que la mayor parte de la población a la cual se pertenece.
Específicamente, el concepto de vejez ha variado con la historia y de acuerdo con la esperanza promedio de vida al nacer. A principios del siglo XX (1900), cuando la esperanza promedio de vida en Colombia, y en general en América Latina, era cercana a los 29 años, una persona de 30 o 40 años se consideraba una persona vieja. Hoy, debido a los avances científicos y tecnológicos, incluyendo los de la medicina, el control de enfermedades, la mejoría en la higiene, la alimentación, y las mejores condiciones de vida y de cuidado han aumentado la esperanza de vida. Actualmente, es en promedio de 76 años y se considera una persona anciana a alguien de 65 o más años.
La vejez es el resultado de mejores condiciones y estilos de vida y, sin embargo, está rodeada de estereotipos, falacias e inexactitudes. Mientras que la juventud se equipara con dinamismo y bienestar y se considera un valor en sí mismo, la vejez tiende a considerarse un problema, una desventaja, sinónimo de enfermedad y deterioro.
Superando estereotipos
El “edadismo”, o la discriminación por razones de edad, así como específicamente el “viejismo”, o discriminación por el hecho de ser persona vieja, tienden a generalizarse en la sociedad actual, y en cambio, debería contrastarse con la sorprendente riqueza que supone el vivir más. Según John Beard, director del Departamento de Envejecimiento y Ciclo de Vida de la OMS: “La mayoría de las personas nos dejamos llevar inconscientemente por los estereotipos sobre las personas mayores. Sin embargo, como ocurre con el sexismo y el racismo, podemos modificar estas conductas presentes en nuestras sociedades y dejar de tratar a las personas en función de su edad”.
Vejez significa haber vivido comparativamente más… Haber vivido envejeciendo más tiempo, haber recorrido el camino de la vida durante más años. La pregunta que surge es: ¿de qué forma?, ¿en qué condiciones y con qué estilos de vida?
Envejecer implica vivir cada día más y también vivir cada día menos, puesto que no somos infinitos o inmortales. Así que cada persona vive envejeciendo y envejece en forma diferente: algunos con mejores estilos y en condiciones de vida más favorables; otros no siempre coherentes con cuidado y salud. Algunos con toda la energía del mundo, otros más reposados. Porque no hay dos personas viejas iguales, como tampoco dos jóvenes iguales. No existe una única forma de envejecer ni una única forma de vivir la vejez.
Así que relacionar, sin más, la vejez con enfermedad, dependencia, pérdida y deterioro, resulta algo irreal e inexacto. Nos enfermamos a cualquier edad; si la salud no se cuida, se pierde también a cualquier edad. Más que deterioró conviene hablar de cambios y sí que los hay: la vida es un cúmulo de ganancias y pérdidas.
Por ejemplo, la pérdida de masa muscular y de fortaleza más que al hecho de cumplir años se puede deber a la sumatoria de años de sedentarismo. La pérdida de agilidad mental –excluyendo enfermedades degenerativas–, más que con la vejez o la ancianidad, puede relacionarse con el sedentarismo mental, es decir, con abandonar el aprendizaje permanente y el ejercicio intelectual, todo lo cual mantiene activas las neuronas y sus conexiones.
Tal vez nos volvemos más lentos, pero también podemos volvernos más analíticos y reflexivos acerca de lo que hemos vivido. Porque tenemos un archivo más grande de logros y quebrantos en el que mirar para dar pasos más firmes en el presente. Porque podemos tener mayor claridad sobre los propios límites y tomar más en serio la relación acto/consecuencia. La experiencia, la cual significa reflexionar sobre lo vivido y derivar aprendizajes de ello, lleva a sopesar antes de actuar.
Qué hacer
Para que todos podamos vivir-envejecer y llegar a la vejez con calidad de vida, se debería:
- Superar estereotipos, lenguajes o expresiones peyorativas y equívocas con respecto a la vejez y a las personas viejas: promover su valoración y autonomía y contribuir a su integración y participación en la sociedad y en el desarrollo de la misma, en todos sus aspectos (educación, trabajo, seguridad económica y social, relaciones intergeneracionales, etc.).
- Favorecer la existencia y el mantenimiento de entornos físicos (viviendas, aceras y vías peatonales, así como transporte público accesible y sin barreras…) y sociales acogedores, solidarios y propicios para mantener calidad de vida en todas las edades, incluyendo la vejez.
- Adecuar los sistemas de salud, de acuerdo con los contextos, las necesidades y los requerimientos de las personas: estimular el cuidado permanente de la salud –en todas las edades– promoviendo un vivir-envejecer saludables desde la niñez y en los más jóvenes. Favorecer el acceso –físico, económico, informativo, oportuno y libre de estereotipos y prejuicios– a los servicios de salud. Establecer sistemas de atención a largo plazo.
Cuatro principios básicos que hay que tener presentes:
- La vida es movimiento: cambio permanente, trayectorias y transiciones. Desde que nacemos hasta que morimos, la vida es móvil, mutante, sorpresiva.
- La vida es interrelación social: somos con, y gracias a nuestra relación con otras personas. Esto significa que somos seres interdependientes, sin dejar por eso de tener autonomía personal.
- La vida es contexto: la historia personal se entrelaza con la de la sociedad, la cultura y el entorno físico, modificándola, y modificándose a su vez. Vivimos en tiempos de transformaciones aceleradas y eso puede generar temores, pero también cambios favorables, interesantes, e incluso emocionantes.
- Vivir es envejecer a lo largo de toda la vida: la vida tiene un límite y eso resulta innegable. En vez de ser un factor aterrador, puede ser un factor motivador: cada día cuenta. Lo importante no es el tiempo durante el cual vivimos, sino lo que vivimos en ese tiempo.
El envejecimiento saludable es ser capaces de hacer durante toda la vida y el máximo tiempo posible, las cosas a las que les encontramos sentido y les damos valor.