Esta tendencia invita a amar despacio y volver a lo básico. Conozca más sobre ella y anímese a ponerla en práctica.
El término slow sex fue desarrollado por Nicole Daedone en su libro Slow Sex, The Art and Craft of the Female Orgas en el que hace una invitación a practicar el sexo lentamente, a reconectarse consigo mismo, a sentirse, a que las mujeres se reencuentren con el orgasmo, así no sea el principal fin. Según los estudios, la anorgasmia representa 20% de los trastornos sexuales femeninos.
Nicole Daedone lo explica con una metáfora simple de una experiencia personal: un tomate que se compra en el supermercado preempacado al vacío no es algo que se espera que sea especialmente sabroso; su tío le enseñó a sembrar tomates y a cuidarlos en una huerta y a recogerlos en su justo momento. El resultado eran los tomates más dulces y deliciosos que cualquiera podría probar. Es la diferencia entre un producto ya entregado y empacado al vacío y ese producto al que se le pone toda la dedicación, todo el amor y el trabajo. Pero no se trata solo del cultivo, al momento de consumirlo también hay que tomarse el tiempo para olerlo, tocarlo, saborearlo y disfrutarlo al máximo.
La tendencia del slow sex constituye una invitación a desbanalizar el sexo, a volverlo algo especial, que merece que se le dedique conciencia, atención y también tiempo. Es redescubrir todo el placer de ver, oler, sentir el cuerpo completo, incluyendo, claro está, los genitales. Conocerse, conocer a nuestra pareja, usar todos los sentidos para entender sus formas de reaccionar.
¡A redescubrirse!
La sociedad occidental ha determinado que las mujeres se relacionen con su cuerpo desde lo externo (se visten, se maquillan, se perfuman para verse y ser vistas por otros). Es una relación puramente visual en el que el patrón no es ella misma, sino que responde a los cánones de belleza externos y que marginan la sensación, el tacto, el olor.
Redescubrirse también consiste en aceptar la belleza que tiene la diferencia, la importancia que puede tener la suavidad, un color en la piel, la intensidad de una mirada. Es estar presentes en el momento con la sensación y no con el cerebro, en lo que es y no lo que debería ser. Permitirse dar placer y recibir placer, que además de la procreación se trata del gran regalo de una relación sexual.
La importancia del tiempo
En la adolescencia y la juventud es posible que haya una urgencia erótica que pide un intercambio sexual rápido. A medida que pasa el tiempo, aunque los “rápidos” pueden seguir siendo parte del menú, tanto el hombre como la mujer comienzan a requerir un poco más de juego y tiempo para lograr la excitación deseada. Este tiempo es la oportunidad para conocerse, reconocerse e incluso conversar.
Cuando se habla de problemas sexuales, tanto en hombres como en mujeres, muchas veces no se habla de una disfunción sino de una expectativa que no se está cumpliendo y solucionarla comienza con la capacidad de hablar del tema. Se puede pensar que porque el sexo se ha convertido en un tópico tan explícito (se ve en la televisión, se oye en las letras de las canciones, se ve en internet), hablar sobre él se habría convertido en algo más fácil, pero no es el caso: por pena, por prejuicios, por miedo a que la pareja se sienta mal, porque se trata de un área de la intimidad muy importante o simplemente por pudor, cuesta hablar de lo que nos gusta, no nos gusta, lo que desearíamos o esperaríamos, y saberlo es fundamental para que ambos miembros de la pareja puedan recibir lo que esperan y satisfacer al otro.
Uno de los errores comunes que se cometen en las relaciones de largo plazo es dar por sentado que se conoce a la persona que tenemos al lado y por lo tanto convertir la interacción con ella en una rutina. Se nos olvida que cada minuto esa persona cambia (al igual que lo hacemos nosotros) y que esos cambios merecen un redescubrimiento que puede darnos muchas y gratas sorpresas. Salirse de la “zona de confort” puede requerir un poco de esfuerzo, pero ese esfuerzo muy posiblemente se verá recompensado con más gratificación, novedad, sorpresa y satisfacción.
Es necesario replantear la sexualidad hacia una que no se banalice, ni se rutinice, que tenga peso, ritual, donde las expectativas sean claras y que nos deje satisfechos.
El orgasmo es muy importante porque es el resultado de ese encuentro, es el logro que la persona se va a llevar fuera del compartir y es el que va a reforzar que el deseo y la frecuencia se marquen más.