A sus 87 años el dueño de la Librería Lerner dice que nunca ha mirado atrás.
Salomón Lerner, fundador de la Librería Lerner, llegó a Bogotá en marzo de 1955.
Es conocido en Colombia por ser el creador de la Librería Lerner. Pese a sus aportes a la cultura del país, poco se conoce sobre su vida.
Por: Sebastián Velásquez E.
Es un jueves de finales de marzo en Madrid, España, y aunque en días anteriores ya el verano se anunciaba, hoy nieva. Adentro, conversamos Salomón Lerner y yo, rodeados de pinturas y esculturas de Botero. Así es. Nieva sobre la muy reseca ciudad de Madrid, un fenómeno poco corriente y mucho más a estas alturas del año, y del siglo. A través de los grandes ventanales observamos la nieve caer sobre un jardín de pastos muy verdes.
Él habla, yo escucho. Suelta modismos españoles, otros colombianos y, en el fondo, se revela un dejo argentino que sus sesenta años de travesías no han podido borrar. Frente a nosotros hay cerveza para mí, café para él. Saltamos de un tema al siguiente, pormenorizando episodios de su vida, incapaces de avanzar en un solo sentido. Entonces, de una u otra forma, la nieve, los jardines, la decoración, y este hombre octogenario que ha vivido mucho, mucho más que lo que indica su edad, me transportan a otro lugar y a otro tiempo. Un tiempo, quizá, en que los destinos de los hombres parecían abiertos y la suerte se labraba con trabajo; en que a los 18 años ya se era un hombre y los problemas del presente ni siquiera se insinuaban. Un lugar que no es Colombia, ni es la Rusia natal de sus abuelos, ni aun la Argentina de su niñez o los destinos de sus muchísimos viajes; uno que parece la confluencia de muchos lugares, como salido de la imaginación, de la ficción y del arte.
Salomón Lerner es conocido en Colombia por ser el creador de la Librería Lerner. Esta se inauguró el 20 de mayo de 1958 en Bogotá, en la calle Catorce y tras el terremoto de 1967 se desplazó hacia la avenida Jiménez, donde ha estado desde entonces. En la década de 1990 abrió otra sede en la calle 92 y esta se mudó el año pasado a un espacio más amplio, en la calle 93. Así, durante casi sesenta años, la Librería Lerner ha sido protagonista de la cultura de la ciudad, y del país, y promete seguir siendo referente para las generaciones futuras de estudiantes, docentes, y lectores en general.
Sin embargo, el legado de Salomón Lerner no comienza ni termina acá. Nació el 21 de septiembre de 1929 en Moisés Ville, un pueblo a 600 kilómetros de Buenos Aires, fundado en parte por sus abuelos, quienes llegaron de Rusia a finales del siglo XIX, huyendo de los pogromos y persecuciones a los judíos. Nació en el seno de una familia de comerciantes trabajadores y humildes, aunque, como bien lo señala, eran otros tiempos, y en nada se equiparan a la indignante humildad de las villas miseria o comunas. A sus cuatro años la familia se trasladó a Rosario, y años después a Mendoza, estableciendo lo que marcaría una vida de desplazamientos y empresas.
La gesta de la librería
Desde 1958 abrió las puertas la Librería Lerner, hoy cuenta con más de 80.000 títulos.
Desde muy niño afloró en él la vena comercial, vendiendo repelentes de insectos, correas de relojes, empleando a sus compañeritos, siempre con el deseo de ayudar económicamente en su hogar. Fue periodista y fotógrafo y con ello experimentó también la bohemia artística. Tras vivir una temporada en Lima, y regresarse por barco, decidió que quería hacerse marinero, ver el mundo. Sin embargo, la vida a bordo presentó dificultades que casi le cuestan la vida y desistió.
Poco después oyó hablar de las ventajas de negocios en Bogotá, capital muy culta, y de Caracas, capital petrolera, y emprendió un nuevo viaje sin destino fijo. Llegó a Bogotá el 26 de marzo de 1955, con su cámara Rolleiflex, un reloj de oro y cuarenta dólares en el bolsillo. Ayudado de sus dotes sociales y comerciales se fue instalando, y años después se casaría con la bogotana Rosa Grinberg y tendría cuatro hijos, de los que sobreviven tres: Rubén, Diana y Eduardo. Pero antes de todo esto se convirtió en distribuidor de la Enciclopedia Jurídica, comercializada en Argentina por un primo, y entre estas ventas y su buen ojo empresarial nació la Librería Lerner.
Las historias de Salomón son inmensas, como para usar un adjetivo ambicioso que se amolda tan bien a la tradición literaria argentina, a sus chistes, a sus extensísimas llanuras. Y cual gaucho refinado, a sus 87 años encarna con vitalidad, lucidez e ingenio su propia historia y su presente.
En sus primeros años en Colombia incursionó brevemente en la naciente industria fonográfica con el sello Discos Coro, dedicado al bolero. Más adelante adquiriría la imprenta de El Gráfico, considerada un baluarte cultural que registró los primeros cuarenta años del siglo XX en Bogotá y el mundo. Así, serían muchas las publicaciones realizadas en esta imprenta y bajo el sello de Ediciones Lerner, entre las que se cuentan la revista La nueva economía y la revista jurídica Derecho Positivo, que en su primer número publicó La Constitución Política de Colombia.
La publicación estrella de Salomón, sin embargo, sería la revista Tribuna Médica, inaugurada el 4 de septiembre de 1961. Tuvo tanta aceptación dentro del gremio que alcanzó un ritmo de publicación semanal, luego se extendió por casi todos los países de América Latina. Para 1973, Salomón lanzó en España una revista similar llamada Tiempos médicos, la cual habría de extenderse por casi toda Europa y habría de sacudir los prejuicios morales y científicos de la muy pacata España franquista. Y es que Salomón, como hombre de negocios, también entendió la necesidad de divulgar ideas liberales, y sus revistas médicas también serían el vehículo.
Pero para este empresario por antonomasia, la finalidad también era comenzar, y así se dio a nuevas empresas. En 1967 editó el libro Iconografía del Libertador, el cual recopila la historia pictórica de Simón Bolívar. Con este proyecto afianzaría el camino para adentrarse en la edición de libros de arte, y así vendrían colecciones sobre Fernando Botero, Alejandro Obregón, Claudio Bravo, Antonio López, y más.
Amigos de la Lerner
La Librería Lerner también ofrece ventas en línea.
De estas aventuras editoriales data su gran admiración por Botero, y así lo testifica la decoración de su casa, la cual exhibe una extensa colección de sus obras, entre pinturas de gran y medio formato y algunas esculturas. Pero la admiración era mutua, y Botero diría en repetidas ocasiones que gracias a Salomón su carrera artística se adelantó diez años.
Entonces, hoy, también hablamos de su larga amistad y Salomón relata aquella ocasión en que Botero lo llamó desde París a informarle que quería celebrar el cumpleaños con él y su exmujer, Rosa. Por entonces, ella se encontraba en un momento terminal de su enfermedad con lo cual esta iniciativa era, también, un homenaje para ella. Así, cuenta Salomón entre risas, armaron una celebración con más de ochenta personas, reunidas en el mismo espacio que ahora conversamos, y llegada la hora de partir la gran torta resultó que el cuchillo de la casa era demasiado pequeño. Uno de los invitados, Palomo Linares, afamado torero, solucionó el problema. Fue a su carro, sacó el estoque con que mató su primer toro y se lo regaló al pintor. Una foto da cuenta de ello, y Salomón procede a mostrármela: Botero parte la torta de un espadazo.
Hace rato ha parado de nevar y el verde de los jardines apenas da cuenta de la humedad. Y es que los tiempos corren veloces, cambiantes, y aunque parecen fáciles las lecturas del pasado, no ocurre lo mismo con el presente. Salomón, apacible, toma sorbos pequeños y espaciados de su café y prefiere no opinar de política. De sus veinte años en Colombia son múltiples sus anécdotas con presidentes y las altas esferas del poder, también referidos por él como los “próstatas ilustres”. A esto se suman un sinnúmero de honores, medallas y Cruces de Boyacá, distinciones a las que parece prestarles poco interés. Sobresale su admiración por los presidentes Carlos Lleras y Eduardo Santos, y sobre este último recuerda el honor de que lo recibiera en pijama. Por otro lado, rememora a sus grandes amigos Germán Arciniegas y al exdirector de El Espectador, Guillermo Cano, y su trágico final.
Pero yo insisto, ya terminando mi segunda cerveza, y casi lo dejo sin escapatoria. Entonces él evidencia su perplejidad por los tiempos actuales y revela su disgusto por los populismos de izquierda, por el cinismo y la corrupción de la política en general. Y sobre la situación actual colombiana, admite que ha recibido con mucho optimismo las noticias sobre el proceso de paz con las guerrillas. “Tarde o temprano tenía que hacerse”, añade, con la lógica y contundencia de alguien confrontado con el mundo.
La conversación avanza y retrocede, sin tiempo, y volvemos a sus empresas culturales en Colombia. Tras diez años como editor e impresor de libros, Salomón se lanzó a una empresa que lo consagraría. Para 1971 terminó de publicar la Enciclopedia Extensa de Colombia, con sus 36 volúmenes que recopilaban aspectos históricos e institucionales del país. Esta iniciativa contribuyó enormemente a la investigación académica y, asimismo, le traería numerosos honores.
Uno de ellos fue su encuentro con el papa Pablo VI. Él y Rosa, su difunta esposa, asistieron al Vaticano en representación del Gobierno y la Academia de Historia a llevar la Enciclopedia de regalo. La anécdota comienza con los preparativos, dados los muchos consejos del nuncio. Pero la entrevista rompió pronto el protocolo y se extendió más de lo previsto. El papa comprendiendo su diferencia de credo, les pidió que no se arrodillaran. Aún hoy, Salomón no duda en juzgar la vivencia como sublime, una de las más intensas de su vida. Un honor, afirma, extrañamente destinado para un judío.
Salomón hoy
La Libería Lerner tiene dos sedes, en el Centro y Norte de Bogotá.
Con la certeza que me brinda su simpatía, ahora dudamos si tomarnos un whiskey. Comentamos su biografía, Empezar de nuevo, publicada el año pasado y escrita por el docente y escritor Miguel Ángel Manrique, y gracias a la cual me he documentado para esta visita. Celebro la elección del título y él lo confirma: “Empezar de nuevo, sí, ha sido la constante de mi vida”.
Libe Boguszewicz, su pareja actual, argentina de origen polaco, y que justo nos pregunta si todo está bien, también lo confirma. La conoció años después de enviudar; luego de salir del hoyo en que lo dejó el luto, luego de reafirmarse que la vida debía continuar, y mucho mejor acompañado.
Vamos llegando al final de nuestra charla y me cuenta que uno de sus nietos ha querido pedirle consejo. Trabaja en un banco, gana muy bien, tiene su futuro asegurado, pero lo deprime imaginarse el resto de su vida en la misma posición. Sabe que es una locura abandonar un trabajo así, pero insiste en escuchar el consejo de su abuelo. Y este, predeciblemente, como un personaje de aventuras, le dice lo que todos necesitamos oír: “déjalo”. Mal precedente, o el mejor, para sus 11 nietos y 18 bisnietos.
Salomón Lerner antes que un negociante ha sido un aventurero, un vividor en el mejor sentido, un constante renovador de su destino. “Nunca he mirado atrás”, dice, y no quiero contradecirlo. Pero ya es hora de irme, de decirle adiós a esta burbuja en medio de la urbe, y me gustaría saber si en todos estos años ha visitado su pueblo natal, Moisés Ville, referencia casi fantástica que ha quedado sonando en mi cabeza. Él, sin dudar siquiera, admite que no ha ido, pero que la próxima vez que esté en Argentina lo hará. Entonces, no me cabe duda, Salomón me ha llevado a otro tiempo, a otro lugar, pero aun en medio de estas abstracciones es inevitable aceptar el correr de los tiempos y encarar un nuevo clima. Y hoy, finales de marzo del año 2017, ya quema el sol en Madrid.
Fernando Botero diría en repetidas ocasiones que gracias a Salomón su carrera artística se adelantó diez años.