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Manual para superar el mal genio

28 mayo 2018 Revista 5 Sentidos

Todos conocemos una persona malgeniada, si hay voluntad, ella puede cambiar este estado y mejorar su calidad de vida y la de quienes la rodean.

ilustración

Todos conocemos una persona malgenida. A continuación, algunos consejos para que tanto ella como quienes la rodean tengan una mejor calidad de vida.

Todos estamos alterados en determinado momento, pero cuando se convierte en un estado permanente, la convivencia con los demás se complica y la vida se vuelve muy difícil tanto para el malgeniado como para quienes lo rodean. El simple “yo soy así” no soluciona nada. Se debe intentar buscar las causas y aprender a manejar las “crisis” para mejorar la propia calidad de vida y la de quienes nos rodean.

De vez en cuando todos nos molestamos, pero cuando es un estado crónico, en el que cosas sencillas disparan una reacción exagerada y que se convierten en algo cotidiano, más que una excepción, estamos hablando de un problema de mal genio. Los “estallidos” suelen ser reacciones de defensa y por eso el psicoanálisis relaciona el mal genio con estados paranoides.

Puede deberse a muchos factores:

  • Baja autoestima, inseguridad o miedos que generan una necesidad de protección frente a pequeños estímulos y por lo tanto la creación de una imagen de “no me mire porque muerdo”.
  • Poco control de las emociones y las reacciones.
  • Hipersensibilidad general o a estímulos específicos (temas como el pasado, el dinero o a la crítica).
  • Baja capacidad de empatizar o validar al otro.
  • Sentimientos de culpa que se esconden tras una reacción violenta (infidelidad, trampa en exámenes, malas conductas en el trabajo o con el dinero).
  • Percepción de ser el centro del mundo, quien tiene el derecho y la razón.
  • Necesidad exagerada de control sobre lo que ocurre alrededor, incluyendo los pensamientos de quienes nos rodean.

Los costos del mal genio

Aunque un mal geniado se convierte en un ser intocable y este es un beneficio, los efectos secundarios no son para nada positivos:

  • Por un lado, es una persona que en la mayoría de los casos no es respetada, sino temida, y estos son dos conceptos totalmente diferentes.
  • Suele ser tildado de conflictivo, lo que lleva a problemas laborales y en las relaciones interpersonales.
  • Puede tener dificultad en obtener lo que desean, porque una mala actitud despierta rechazo y poca colaboración en los demás.
  • Pone en riesgo sus relaciones de pareja perdiéndolas o generando interacciones violencia/sumisión, destructivas tanto para él o ella como para sus compañeros.
  • Puede dar lugar a que él mismo y sus seres queridos sufran altos niveles de estrés que al volverse crónicos pueden somatizarse y desembocar en una enfermedad.

Qué hacer

Para el malgeniado:

  • Lo primero y fundamental es aceptar que lo es, que lo afecta a sí mismo y a quienes quiere y que tiene la responsabilidad y la capacidad de cambiarlo.
  • Buscar ayuda profesional para identificar la causa de su mal genio y trabajarla, sea inseguridad, miedo, hipersensibilidad a un tema o protección frente a un evento catastrófico vivido.
  • Aprender técnicas de control de las emociones y manejo de las reacciones.
  • Aprender técnicas de control del estrés frente a la incertidumbre, de forma que no tenga que controlarlo absolutamente todo.
  • Desarrollar la capacidad de empatía y validación del otro.
  • Identificar, validar y ejercer conscientemente el concepto de respeto al otro y a la diferencia.
  • Aprender a ser asertivo.

Para quienes lo rodean:

  • Aprender a ser asertivos.
  • No ponerse en el nivel del malgeniado, evite confrontarlo en los picos de la emoción.
  • No tocar esos temas que disparan las crisis de mal genio.
  • La sumisión no constituye una solución. Es importante reconocer que hay un problema e impulsar al malgeniado a buscar ayuda.
  • Buscar un compromiso de respeto o cambio por parte del otro, pero si no se logra, tener siempre la propia seguridad y bienestar en primer plano, es decir, que si hay que tomar la decisión de separarse del otro, hacerlo.
  • Respetarse a sí mismos y no aceptar acoso o maltrato. Poner límites, aceptar un error, pero no una situación recurrente en el tiempo.
  • Brindar la posibilidad de cambio, es decir, no hablar de “eres”, sino de “has hecho”. El ser “es”, pero las acciones pasadas son susceptibles de realizarse de forma diferente en un futuro.