En el municipio de Chimichagua, departamento del Cesar, dos jóvenes emprendedores construyeron la primera escuela flotante del país. Esta es su historia.
Entre 2010 y 2012 Colombia vivió una de las peores temporadas invernales, sin embargo, en medio de esos vendavales, Lina Marcela Cataño Bedoya y Andrés Walker Uribe, estudiantes de ingeniería de diseño de la Universidad Eafit en Medellín, trabajaron en crear una solución habitacional escalable, sostenible y de bajo costo para disminuir el riesgo por las inundaciones.
Para hacerlo realidad, crearon la spin-off Utópica Eafit con el objetivo de buscar viviendas dignas, sobre plataformas flotantes, para zonas con alto riesgo de inundación fluvial.
“Decidimos hacer una vivienda flotante que cumpliera con todas las condiciones técnicas, al más bajo costo posible sin sacrificar la calidad. Colombia es un país altamente vulnerable al cambio climático y estamos en una de las zonas de mayor incidencia de desastres naturales en América Latina. Eso fue una motivación y la razón para innovar en una tierra de todos y de nadie”, explica Lina sobre el proyecto.
La primera escuela flotante
Sempegua es un corregimiento del municipio de Chimichagua, departamento del Cesar, allí Lina y Andrés dejaron huella al construir la primera escuela flotante de Latinoamérica.
Este proyecto fue posible gracias a una alianza entre el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgo, la Unión Europea y Eafit con su spin-off Utópica.
Ellos llegaron a Sempegua para reescribir la historia del Centro Educativo Nuestra Señora del Carmen y de toda la población que participó con sus ideas, su trabajo y el cuidado de las obras.
Se construyeron tres aulas flotantes soportadas cada una en plataformas de concreto ligero, tres unidades sanitarias con pozos sépticos integrados y sistema de recolección de agua lluvia, un puente de acceso basculante de 70 metros de largo y tres formas de acceso: por tierra, por medio de escaleras y por el puente basculante que sirve tanto en temporadas de sequía como de inundación. Cuando hay inundaciones también se puede acceder por la laguna en canoa.
Cuando la ciénaga de Zapatosa, que rodea la escuela, recibe grandes cantidades de agua de los ríos Magdalena y Cesar, y se desborda, las aulas empiezan a flotar: las plataformas se impulsan con la propia fuerza del agua, restringidas por un sistema de anclaje con postes guía de dos metros de altura.
Esto garantiza que los cerca de 155 niños de la comunidad escolar asistan a las clases y no pierdan hasta cuatro meses de actividades académicas o tengan que recibir las clases de matemáticas o de español en la iglesia, en los patios de las casas de sus vecinos, debajo de los árboles o al lado de establos de animales.
Referente para otros países
La inauguración de la escuela fue en mayo de 2014, además de amigos, familiares y la comunidad de Sempegua, en el evento estuvieron presentes delegaciones locales e internacionales, que evidenciaron cómo este corregimiento se convertía en un referente mundial de adaptación al cambio climático.
“Prueba de esto fue la visita en noviembre de 2016 de una delegación de tomadores de decisión de seis países del sudeste asiático, con la cual, constatamos la pertinencia de nuestros desarrollos y de cómo trascienden a otras latitudes que también tienen unas problemáticas muy complejas, esto, debido al incremento del nivel del mar y la vulnerabilidad de sus habitantes, quienes pueden llegar a ser desplazados climáticos. Esto nos demostró que nuestro modelo es escalable y cuenta con las condiciones técnicas para ser replicado”, asegura Lina.
La escuela flotante de Sempegua es hoy un lugar de encuentro para estudiar, hacer turismo y creer que emprender también es una oportunidad para transformar los territorios.