Si está pensando en darle una segunda oportunidad a un amor del pasado, tenga en cuenta lo siguiente para que la relación sea beneficiosa para ambos.
El ser humano nunca es el mismo. Somos producto de nuestras experiencias, nuestro entorno, nuestras aspiraciones, nuestros deseos y todo influye en cualquier relación afectiva.
A medida que pasa el tiempo se van cumpliendo ciclos de vida que determinan que las propias expectativas, valores, prioridades y deseos cambien. Un reencuentro con una pareja del pasado también constituye una etapa de descubrimiento: quién es hoy, qué quiere, qué siente, qué etapas de la vida le faltan por vivir, cuáles son sus circunstancias familiares, afectivas, laborales y qué expectativas tiene sobre el futuro. Hacer estas preguntas es importante, pero más importante es tenerlas claras sobre uno mismo.
Las razones por las que se produce una separación pueden ser muchas:
- Parejas que se consolidan siendo muy jóvenes, se ven desbordadas por las circunstancias de la “adultez” (responsabilidades nuevas, compromisos, obligaciones, deudas), más las medidas que tienen que tomar sobre su educación o su futuro laboral. Decisiones individuales que deben negociarse con el otro, pero que sería más fácil tomar solos. Esto estresa la relación y muchas veces lleva a una ruptura.
- Cambios en la condición económica de la familia de alguno de los dos.
- Oportunidades educativas o laborales que exigen un cambio de ciudad. ¿Qué hacer? ¿Dejar de cumplir el objetivo personal por el bien de la pareja? ¿Dejar la pareja y seguir el sueño personal? Las decisiones no son fáciles, siempre tendrán repercusiones: en el primer caso, renunciar a las propias expectativas recae en la pareja como una deuda y en el segundo, posiblemente se pierda a alguien muy valioso en la propia vida.
- Parejas que se separan por diferencias irreconciliables de carácter, culturales o expectativas (deseo de tener hijos o no), un carácter extrovertido frente a uno hiperintrovertido o por diferencias en creencias religiosas insuperables.
Sin importar por qué se terminó la relación inicial, cuando se piensa en darle una segunda oportunidad hay que tener claro:
1.Si las circunstancias por las que se dio esa primera separación han cambiado o siguen siendo posible motivo de conflicto.
2.Si las circunstancias vitales del uno y el otro son coincidentes (familia, hijos, entorno social, tiempo, trabajo).
3.En qué momento de la vida están ambos para compartir una vida.
4.Qué peso tienen los objetivos de vida y metas personales y si son compatibles.
5.Si se tienen sueños, creencias, valores y expectativas en común.
6. Y la intención: ¿Por qué quiero volver con él/ella?
La intención sí cuenta
- Porque la relación nunca se concluyó y quedó pendiente. Sea que funcione o que no, vale la pena intentarlo para cerrar ciclos.
- Porque nadie me va a querer como él/ella. Habría que plantearse los propios sentimientos y si se puede construir una relación sólida, justa y enriquecedora, aun con una enorme diferencia en los sentimientos de ambos.
- Porque todos dicen que es el hombre o la mujer perfectos para mí. Las presiones externas siempre existirán, pero es la pareja la que tendrá que convivir, crecer, disfrutar y sufrir juntos.
- Porque ha cambiado y si no, yo lo hago cambiar. Muchas veces estas relaciones están mediadas por adicciones y suelen estar marcadas por separaciones, promesas de cambio y reconciliaciones, es un círculo vicioso que nunca parece acabar.
Tiempo al tiempo
Es el tiempo el que define si la relación sobrevivirá o no, al igual que lo hace con las relaciones nuevas. Hay parejas que se apresuran a tomar decisiones importantes como casarse o tener un hijo y luego se dan cuenta de que no era el paraíso definitivo que esperaban. Por eso no hay que apresurarse. Mejor primero asegurarse de que hay una base firme para traer un niño al mundo, que por maravilloso que sea no es un “pegante” para las relaciones imposibles, como tampoco lo es el título de matrimonio.
El objetivo de tener una vida de pareja es aprender y crecer juntos. Tener la voluntad de compartir el presente y futuro, con todo lo que eso implica, con alguien más.