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Enrique Rentería Arriaga, pasión botánica

22 diciembre 2016 Revista 5 Sentidos

El primer biólogo chocoano ha trabajado durante cuatro décadas para conservar y proteger cerca de 8.000 especies vegetales. Conozca más de su vida aquí.

En el futuro habrá tres maneras de llegar al primer jardín botánico de Chocó: por tierra, caminando entre senderos de madera por 90 minutos; por agua, atravesando la ciénaga Jotaudó por 45 minutos en lancha; y por aire, en un teleférico que en 15 minutos conectará Quibdó con el barrio Bahía Solano. Cuando eso sea una realidad, Enrique Rentería Arriaga habrá culminado el sueño en el que ha trabajado durante cuatro décadas.

Para él, este es “un compromiso natural y casi obligatorio” consigo mismo, con la profesión, con el departamento en que despertó a la vida y con el presbítero Ernesto Arias Arellano. Todo inicia con un recuerdo: Enrique era apenas un niño cuando motivado por las actividades infantiles ingresó al Club Domingo Savio, una iniciativa que reunía a un puñado de muchachos de Quibdó en un salón prestado para invertir de buena manera el tiempo de vacaciones y dialogar sobre las necesidades de la ciudad.

En ese club fue futbolista, basquetbolista e integrante de una banda de guerra musical. Fue líder y allí nacieron algunas de las filosofías que lo caracterizan: ser franco y cumplir con su palabra, ser bueno y aspirar a ser útil, estar siempre de buen humor, proteger los animales y cuidar las plantas.

Becado para terminar su bachillerato en San Gil, Santander, se fue de Lloró, uno de los municipios más lluviosos del país, con dos compromisos: estudiar y regresar en unos años para trabajar por su territorio.

Una razón de ser

A 715 kilómetros de Quibdó, Enrique Rentería continuó con sus estudios de bachillerato en el colegio San José de Guanentá. Como el menor de su hogar y con la compañía de sus dos hermanas, mientras sus padres trabajaban en el comercio y en la costura, se dedicó a su vida académica hasta finalizar el ciclo escolar. Recuerda que por ese entonces se presentó a la Universidad de Antioquia y adelantó los dos primeros años de Medicina. Sin embargo, la alternancia entre el trabajo y el estudio, y el encuentro furtivo con un profesor indonesio de la Universidad de Harvard, Djaja Doel Soejarto, que adelantaba una investigación sobre la flora en el Cauca, lo motivaron a trasladarse de carrera. Así encontró en la biología lo que él denomina su “razón de ser”, tanto por su aplicación en la ciencia como en el desarrollo de la botánica en el país.

A partir de entonces su vida cambiaría para siempre. Fue el primer biólogo profesional del departamento chocoano y el cuarto de la alma mater antioqueña en 1974 con la tesis de grado Árboles y arbustos interesantes del Chocó. Fue profesor e investigador de las universidades Industrial de Santander, Antioquia y Tecnológica del Chocó, creó la Fundación Selva en Chocó, en 1982 fue becado por Colciencias para realizar sus estudios de maestría en Sistemática botánica en la Universidad Nacional de Colombia y posteriormente también se convertiría en un alumno destacado del Jardín Botánico de Missouri Saint Louis en Estados Unidos.

Durante casi una década fue director científico del Jardín Botánico de Medellín Joaquín Antonio Uribe y participó en la creación del herbario de la Universidad Tecnológica del Chocó, con sus colecciones personales y con el apoyo de Alwyn Howard Gentry durante 25 años.

Un jardín, “una locura”

Nadie podría haber imaginado que ese muchacho, que ha preferido siempre vestir a la antigua usanza chocoana, con liqui liqui de colores claros y zapatos blancos, volvería a uno de los departamentos del país más ricos en biodiversidad, pero con los mayores niveles de desigualdad social, con una propuesta entre las manos para cumplir su promesa.

Fue una obsesión, “una locura”, como lo llamaron sus colegas, sus amigos y su familia, la idea de proteger los recursos naturales existentes en el humedal de la ciénaga de Jotaudó, mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la zona y potenciar la utilización de estos recursos naturales en la alimentación, la industria y la medicina en subproductos de alta calidad.

Esta es una gran reserva natural de 84.000 kilómetros cuadrados que impacta los ríos Atrato, Tagachí, Cabí, Ichó, Tutunendo y Munguidó. En ella, el profesor busca fortalecer las labores de los jardines botánicos en el mundo: investigar, educar y conservar, pero también, y esa es su apuesta diferencial, brindar bienestar a las comunidades que impacta el proyecto, incluyendo a los indígenas wounaan-orewas, que están concentrados en los bajos del río San Juan desde el siglo XVII.

Su mayor logro, no duda en reconocerlo, es haber convencido a diferentes personas y organizaciones de apoyarlo en esta aventura. En los últimos años, la Fundación Jardín Botánico de Chocó-Jotaudó concentra todos sus esfuerzos: viaja entre Chocó, Medellín y Bogotá gestionando recursos; comparte con un líder comunitario una casa de madera de dos pisos, donde destina el primero para realizar reuniones sociales y el segundo para conservar su biblioteca; dicta clases virtuales de biología; disfruta enseñar y compartir con niños y jóvenes sus conocimientos sobre las plantas y los ríos; y trabaja con disciplina en el proyecto botánico con labores administrativas y logísticas.

Precisamente esa es una de las mayores virtudes que le reconocen: la paciencia, la constancia y el esfuerzo que le ha dedicado a su propuesta más titánica. Eso le mereció que la revista Semana y la Fundación Liderazgo y Democracia, con el apoyo de Telefónica, lo destacaran como uno de los líderes más importantes de Colombia en 2014 por sus aportes en la conservación de la flora y la preservación de 8.000 especies vegetales que hoy están en peligro por la minería y la explotación maderera.

Él nunca imaginó que ese trabajo silencioso, constante y apasionado le brindaría un premio como estos, el cual compartió en el mismo año con figuras como Nairo Quintana, Shakira y el expresidente del Grupo Bancolombia, Carlos Raúl Yepes Jiménez. Al mencionarle esta distinción, el profesor Enrique baja la mirada, tímida, y afirma que “fue una gran sorpresa porque uno no trabaja para eso”.

Su legado, tras 68 años de vida, está próximo a consolidarse con importantes avances como la inclusión del proyecto en el Plan de Desarrollo Municipal, la formación de 40 estudiantes para que continúen la tarea y algunos apoyos nacionales e internacionales.

Es una tarea permanente que, como la misma ciénaga, se cristaliza por momentos. Es entonces por esos días cuando puede ver numerosos peces y apreciar la vitalidad de la naturaleza en todo su esplendor. Así como mira al mar, su lugar favorito, en donde espera pasar un merecido descanso en algunos años, si el jardín de Jotaudó se lo permite.

Veintiséis especies de plantas han sido clasificadas por el profesor Rentería y su grupo de investigación. Algunas de ellas son el Anthurium Renteríae Crot y la Connarus Renteríae Forero, las cuales, fiel a la tradición, llevan el nombre de su descubridor.

El profesor Enrique Rentería Arriaga nació en el municipio de Lloró, ubicado en la región pacífica, a 45 kilómetros de la capital chocoana. Es uno de los territorios con más lluvias en el país, está atravesado por el río más caudaloso, el Atrato, y también por el Andágueda, el más rico en oro.