Internet acorta distancias y ofrece maneras de estar siempre conectado con los demás, pero también puede generar personas aisladas y poco empáticas.
Los millenials hacen amigos con un clic, se unen a comunidades, suman cientos de likes en redes sociales y establecen conversaciones por horas en chat. Sin embargo, le temen al encuentro físico y al conocimiento presencial del otro. Prefieren estar conectados a relacionarse. ¿Cómo convivir con éxito en ambos entornos?
Para el creador del concepto de la “modernidad líquida”, Zygmunt Bauman, las tradicionales habilidades de comunicación caen en desuso, se evitan, son olvidadas o jamás aprendidas por las nuevas generaciones.
Con internet las “malas citas” están condenadas a desaparecer: no hay necesidad de romper el hielo, de mirarse a los ojos, decidir dónde poner las manos o qué ropa llevar. Gracias a Linkedin, Instagram y Facebook es posible saber quién es quién: los logros, los gustos y hasta de quiénes se está rodeado. Un menú de opciones diverso para hacer nuevos amigos o tener citas en línea, sin fronteras, sin salir de casa y sin necesidad de enfrentarse a una conversación cara a cara.
En ese mismo sentido, el escritor y conferencista de TED, Simon Sinek, explica que los millennials han crecido en un mundo donde le pueden poner filtro a todo, tienen pocos mecanismos para lidiar con el estrés y se están evitando los procesos “lentos, serpenteantes, incómodos y desordenados” que implican construir una relación familiar, con los amigos o con los compañeros del trabajo.
“La confianza no se forma en una eventualidad, en un día, ni siquiera los malos momentos se forman inmediatamente. Es la constancia lenta y permanente. Tenemos que crear mecanismos en donde permitamos que esas pequeñas interacciones sucedan”, asegura.
Cambios en la forma de comunicarnos
Nunca una tecnología podrá reemplazar el valor de mirar a los ojos, de apoyar o sustentar las palabras con los gestos, de generar sensaciones cuando interactuamos con el otro. Tener un interlocutor de cuerpo presente nos permite leerlo, desarrollar habilidades comunicativas y prepararnos para ser parte de cualquier entorno social.
Todo está cambiando y aunque la tecnología ofrece posibilidades de comunicación y relacionamiento nuevas, es fundamental entender lo que está pasando y de hecho esa influencia en el ámbito social ha sido un tema ampliamente estudiado. Para la profesora de la Universidad Eafit y jefe del Departamento de Negocios Internacionales, María Paola Podestá Correa, las tecnologías conviven con la necesidad básica humana de comunicarse, lo que cambia “son las concepciones de espacio, tiempo y momento. Estar frente a otra persona implica unos procesos cognitivos, sociales y de pensamiento muy distintos a los que exige, por ejemplo, WhatsApp. En un cara a cara no siempre hay mucho tiempo para responder”.
Mientras que algunos teóricos hablan sobre la pérdida de habilidades comunicativas en las nuevas generaciones, otros se refieren a transformaciones. Yan Camilo Vergara Gallo, CSO de Jiuman.co Economía Creativa, explica que “las necesidades humanas van cambiando por factores ontológicos que deben revisarse. De hecho, un requisito contemporáneo es la virtualidad, vista como realidad y naturalidad”.
En lo que sí coinciden casi todos los académicos es que cada escenario tiene dinámicas diferentes, por tanto, requieren formas de comprensión distintas para construir relaciones de confianza, recíprocas, que promuevan aspectos como la solidaridad, el intercambio cultural y hasta el éxito laboral.
“El cara a cara debe naturalizarse en una lógica de volver nuevamente a la regla y no a la excepción. Debe considerarse como un acto de educación propiciar el reencuentro con las personas, generando nuevos comportamientos soportados en la lógica de prácticas compartidas y pactadas”, sostiene Yan Camilo Vergara.
Algunas de estas son incentivar el diálogo en la familia, escuchar, fortalecer las habilidades comunicativas —habladas y escritas—, y propiciar encuentros que favorezcan el intercambio de opiniones, la convivencia con la diferencia y hasta aprender a pedir ayuda cuando se requiera.
Claves de la resocialización offline
- Realice un balance: hay momentos, personas y lugares para cada conversación. Evite el uso de dispositivos electrónicos en una cena con sus amigos o en citaciones de trabajo. Un “¿cómo estás?” antes de iniciar una reunión puede ser más ventajoso que mirar el timeline de Facebook. Una amistad nace hablando de pequeñas cosas.
- Escuchar y comunicarse: de acuerdo con los expertos la multitarea y la mediación de las pantallas acaban con la empatía. Escuchar con cuidado requiere enfoque y contacto visual. Asimismo, aprender a transmitir los puntos de vista de manera efectiva implica claridad y precisión.
- Tenga paciencia: las cosas importantes como la autoestima, el amor y el éxito laboral requieren tiempo, disciplina y constancia. No hay ninguna aplicación para alcanzarlas, pero la satisfacción será mayor.
- Relacionados más que conectados: para Bauman, “las conexiones (virtuales) demandan menos tiempo y esfuerzo para ser realizadas y menos tiempo y esfuerzo para ser cortadas”. Por eso, sugiere cultivar las relaciones y reforzar la construcción de vínculos a largo plazo.
- Acompañe a sus seres queridos: ¿cuáles son las posibilidades y limitaciones de los dispositivos electrónicos? Aconseje y acompañe a sus hijos y seres queridos en el uso de la tecnología para descubrir sus múltiples ventajas y sus riesgos asociados. Que las pantallas no les quiten la pasión de vivir.
El mundo real no permite “borrar” a los contactos sociales que se tienen en la cotidianidad. Conserve y fortalezca vínculos que permitan la interacción y el intercambio de ideas.
“El advenimiento de la proximidad virtual hace de las conexiones humanas algo a la vez más habitual y superficial, más intenso y más breve. A diferencia de las relaciones humanas, ostensiblemente difusas y voraces”, afirma Zygmunt Bauman en el libro Amor líquido.