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El estrés y sus consecuencias en el cuerpo

8 marzo 2017 Revista 5 Sentidos

Aunque está relacionado con la supervivencia, cuando se convierte en crónico se constituye en un problema. Entérese por qué y aprenda a manejarlo.

¿Qué es?

Es un estado de alerta, una diversidad de reacciones del cerebro a las presiones del entorno o situaciones de peligro, que pueden ser reales (un ladrón, un terremoto, un frenazo para evitar un choque) o percibidas (subjetivas) tal como lo que cada uno piensa ante la crianza de los hijos, un trabajo demandante, un examen.

Cada persona responde diferente frente a diversas situaciones. Mientras que para unas una situación es altamente estresante, para otras son asuntos sin importancia. Por eso se les llama peligros percibidos: dependen de la sensibilidad de cada quien.

¿Cómo reacciona el cuerpo?

Cuando una persona se siente amenazada o abrumada por las tensiones del entorno, ocurren una serie de reacciones químicas en el cuerpo comandadas y reguladas por el cerebro que permiten responder de manera eficaz para evitar cualquier daño o afrontar de forma satisfactoria el reto.

Aunque el cuerpo está preparado para manejar ciertas dosis de estrés, el de larga duración o crónico agota los sistemas de respuesta y desemboca en enfermedades psíquicas como la depresión mayor, los trastornos de ansiedad o enfermedades físicas como la migraña, el colon irritable o el empeoramiento de condiciones cardiovasculares, trastornos del sueño, entre otras.

¿Qué pasa en cada sistema?

1. Sistema nervioso

El sistema límbico en el cerebro regula las respuestas normales frente a determinados estímulos; las amígdalas cerebrales activan las respuestas frente al peligro o los retos que nos rodean, detectan las amenazas; el sistema nervioso autónomo le dice al resto del cuerpo qué tiene que hacer y administra los recursos enfocados al mismo fin, la supervivencia. El hipotálamo ordena a las glándulas suprarrenales producir y liberar adrenalina y corticotropina (regula la presión sanguínea y el azúcar en la sangre) y los glucocorticoides (cortisol, cortisona y corticosterona), que regulan la producción de glucosa, el metabolismo de las grasas y las proteínas y pueden crear inmunosupresión, es decir, bajar las defensas del organismo frente a las infecciones cuando el estrés es prolongado y la manera de enfrentarlo no es eficaz.

Niveles altos de esos químicos agotan los sistemas en general y puede producirse un trastorno conocido como depresión mayor, que afecta:

  • La atención y la concentración.
  • La memoria inmediata.
  • La eficacia de aprendizaje.
  • Las habilidades cognitivas que permiten planear, anticipar consecuencias, tomar decisiones, cambiar de estrategia cuando los resultados no son positivos y pensar con rapidez y eficacia.
  • El rendimiento académico y la productividad laboral.

2. Sistema cardiovascular

Las hormonas del estrés (adrenalina, noradrenalina y el cortisol) hacen que el corazón lata más rápido y los vasos sanguíneos se constriñan aumentando la presión sanguínea, de forma que llegue más oxígeno con mayor velocidad a todo el cuerpo, incluyendo el cerebro, por lo que se tiene más fuerza y energía para actuar.

El estrés crónico impone una sobrecarga al corazón y afecta la regulación del ritmo cardiaco. Esto sumado a la compresión de las arterias, eleva el riesgo de hipertensión, problemas cardiovasculares, infarto del miocardio y arritmias. Las personas con depresión tienen un riesgo más alto de presentar alteraciones metabólicas como aumento del colesterol y los triglicéridos.

3. Sistema respiratorio

En los momentos de estrés, la persona respira más rápido para suministrar más oxígeno, de tal manera que el cerebro y el resto del cuerpo actúen con mayor eficacia en la respuesta a las situaciones.

4. Sistema musculoesquelético

La ansiedad implica una tensión automática de los músculos para responder con mayor rapidez y eficacia. Esto es positivo a corto plazo, pero a largo plazo aumenta el riesgo de dolores de cabeza por tensión muscular, espasmos y dolores en la espalda y los hombros.

5. Sistema reproductivo

La respuesta al estrés persistente conlleva a una disminución del desempeño sexual en los hombres y en las mujeres disminuye el deseo sexual y la respuesta de excitación, así como la alteración de otros procesos hormonales que pueden afectar el ciclo menstrual y la fecundidad.

6. Sistema digestivo

En una situación de estrés hay boca seca, disminuye la motilidad gástrica e intestinal y puede haber indigestión, náuseas, diarrea o estreñimiento. Si estos síntomas se mantienen en el tiempo, pueden aumentar el riesgo de síndrome de colon irritable, reflujo o empeoramiento de la enfermedad ácido péptica. Los cambios en el pH gástrico favorecen el aumento de la bacteria Helicobacter pylori que puede ocasionar gastritis.

7. Sistema inmunológico

El estrés estimula a corto plazo el sistema inmunológico, pero a largo plazo el cortisol inhibe la secreción de histamina y la respuesta inmunológica frente a los invasores. Quienes padecen estrés crónico son más susceptibles a sufrir infecciones virales (gripe o influenza), enfermedades oportunistas y aumenta el tiempo que se requiere para recuperarse de una enfermedad o herida. También suelen empeorarse problemas cutáneos como eczemas, acné o las alergias.

8. Sistema endocrino

Las hormonas del estrés impulsan al hígado a liberar más azúcar en la sangre para darle al organismo la energía extra que necesita para enfrentar el peligro. Cuando el estrés baja, el cuerpo lo reabsorbe, pero si esta producción no disminuye, puede tener problemas para reabsorber la glucosa y hay riesgo de alteraciones metabólicas.

Recomendaciones para manejar el estrés

  • Buscar ayuda. Un psiquiatra ayuda a saber si hay una afectación transitoria o un trastorno específico; con la psicoterapia se puede modificar o reestructurar modos de pensar que perpetúan el estrés. En casos moderados o severos puede ser necesaria la combinación con el tratamiento farmacológico.
  • Mente sana en cuerpo sano. Hacer ejercicio o yoga ayuda a disminuir los niveles de estrés. La meditación ha demostrado ser efectiva para controlar los pensamientos repetitivos, automáticos o irracionales que nos abruman permanentemente cuando el estrés es severo.
  • Dormir bien. El sueño repara la mente y el cuerpo y mejora la eficacia de la memoria, por ello hay que establecer rutinas de higiene del sueño para lograr descansar efectivamente.
  • Vivir el presente. El procesamiento de la información cuando estamos deprimidos o estresados nos hace pasar mucho tiempo en el pasado o el futuro. Concentrarse en lo que estamos haciendo en este instante, en “el aquí y el ahora” ayuda a disminuir la sensación de descontrol y ansiedad.
  • Tratar a tiempo. Una persona con depresión y sin tratamiento adecuado tiene riesgo de recaídas de 70% o más en los siguientes dos años.
  • En las personas mayores de sesenta años hay más riesgos de deterioro cognitivo como pérdida de capacidad ejecutiva, memoria o atención. En estos casos es necesaria la rehabilitación neuropsicológica para disminuir estos riesgos y mejorar la funcionalidad.
  • No perder la esperanza. Los tratamientos tanto para la depresión como para la ansiedad son cada vez más efectivos. Consultar pronto o en casos leves o moderados puede ser suficiente con la psicoterapia, pero en casos moderados o severos puede ser necesaria la combinación de los medicamentos y la psicoterapia.
  • Ningún antidepresivo ocasiona dependencia y para el control de la ansiedad también hay opciones de medicamentos que no crean habituación.
Fuente: Juan Fernando Muñoz, M. D. Psiquiatra y Neuropsicólogo.