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El antropólogo que descubrió un tesoro en la Amazonía: Chiribiquete

14 mayo 2020 Revista 5 Sentidos

Las expediciones de Carlos Castaño Uribe, descubridor del Parque Natural Chiribiquete, se publicaron en un libro que nos enseña sobre la riqueza más grande de los colombianos.

“¿La primera noche? La primera noche fue una experiencia maravillosa. Siempre quise vivirla… poner los pies en tierra después de muchos viajes sobrevolando la serranía. Fue a finales de noviembre de 1990, quizás el 20, cuando acampamos por primera vez sobre una meseta en Chiribiquete. Lloré. Lloré esa madrugada”.

Aquella noche, los ojos de Carlos Castaño Uribe vieron el paisaje milenario como solo lo habían contemplado, por siglos, chamanes indígenas. El cielo sobre los exploradores era el del brillo de incontables estrellas. Todo tenía el aroma de la primera vez, del descubrimiento. Treinta años después, el antropólogo que descubrió Chiribiquete (ubicado entre Caquetá y Guaviare, en la amazonía colombiana) se ha convertido en su principal guardián. Director de Parques Nacionales, viceministro, académico, aventurero y sabio. Todo ello ha sido y lo ha puesto en el lugar en que está hoy.

¿Cómo logró combinar ser explorador y funcionario público a la vez?

“Establecimos un notable equipo de trabajo en Parques Nacionales, a la vez que construimos una red de comunicación vía radio solo comparable con la del Ejército. Estaba inmerso en la selva y en contacto con todo el país, pasando revista a cada parque”.

¿Cuál es uno de los momentos inolvidables?

“En la segunda expedición perdimos a Guido, uno de los nuestros, durante dos días. Rescatarlo fue un regalo de la selva misma que nos llevó hacia él. Obviamente, el momento asombroso de descubrir el arte rupestre en los tepuyes y confirmar después, científicamente, que algunas pinturas tienen miles de años y otras datan de 1960. Todavía hoy, Chiribiquete nos trae nuevos mensajes y está conectado con todas las culturas indígenas del continente. Este es realmente el gran templo del Sol”.

¿Cómo han cambiado las expediciones en estas décadas?

“La logística, el financiamiento, todo eso cambia. Las dificultades del principio no eran solo de costos. Viajábamos 25 científicos de distintas disciplinas y ocho funcionarios de parques y había que llevar hasta cocinero, mercado y ollas y menaje. Todo eso ha cambiado, los viajes son más livianos”.

¿Cómo fue el proceso para escribir el libro (Chiribiquete)?

“Tres años de escritura. El compendio y la comprensión de treinta años en un viaje fascinante al centro del mundo. Geográficamente lo es, espiritualmente para las comunidades milenarias lo es. La Casa del Jaguar (como es conocido Chiribiquete). Veinte mil años de historia y de historias relatadas por la piedra y el agua. Este sitio es corazón y pulmón del planeta. Publicar el libro es un sentimiento encontrado: sé que es una tarea inaplazable, es una necesidad dar a conocer el patrimonio, es un reto que empezó hace treinta años y ahora me da alivio compartirlo así.

Y, a la vez, un gran temor con lo que traiga esta información. Ha llegado la hora de contar un secreto, abandonar el sigilo, es la única forma de salvar el lugar: acercar a los colombianos por medio del conocimiento para decirles ¡no vayan! Chiribiquete es vital y sagrado y no se toca. La jaguaridad es un concepto que recorre siglos, países y las páginas del libro. Pueden estar aquí las claves de identidad de lo que nos define como nación. El respeto por los pueblos no contactados y las comunidades voluntariamente aisladas es fundamental, así como darle un nuevo sentido a la relación con campesinos y colonos de la región amazónica. Conciencia del peligro ante el que estamos”.

¿Cuántas veces más regresará a estudiar a Chiribiquete?

“Yo seguiré visitando el parque hasta que mi cuerpo tenga fuerzas. Quiero entender por qué Chiribiquete me descubrió a mí”.

Así fue el descubrimiento​

En 1987, el desvío entre San José del Guaviare y Araracuara, en un vuelo que lo llevaba al Parque Nacional Amacayacu, a causa de una tormenta, fue la razón del primer avistamiento. Solo una mirada con el conocimiento suyo podría decir que ese paisaje no había sido registrado antes.

Luego fueron 27 sobrevuelos demarcando un mapa que no existía. Más tarde, nombrarlo territorio protegido. Sumar, entonces, varias expediciones científicas ―cada una de meses― a la selva, a los ríos y a la serranía. Con los años y las pruebas, gestionar la declaración del Parque Nacional Chiribiquete como patrimonio cultural y natural de la humanidad. Ahora la tarea es preservarlo.

​“Debemos frenar rápido la deforestación o en tres años será irreversible. Lo he visto, palmo a palmo, perdemos esta selva a ritmo de 25 hectáreas diarias devoradas por el hombre”. Carlos Castaño-Uribe, descubridor de Chiribiquete.

Para sus hijos, el parque es como un hermano porque el antropólogo Carlos Castaño-Uribe lo ve como un hijo, dicen. Él afirma que, además, es una madre, tal como lo enseñan los pictogramas en las altas paredes de piedra.

 

Fotografías: Carlos Castaño-Uribe, Archivo de Parques Nacionales, James Montealegre, Sociedad Zoológica de Fráncfort y la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible.