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Convivir en pareja y con los padres

5 enero 2021 Revista 5 Sentidos

Por cuestiones económicas muchas parejas regresan a vivir con los padres. Siga estas recomendaciones para lograr una relación armoniosa entre todos.

Pareja animada en mano

Por cuestiones económicas muchas parejas deben regresar a vivir con los padres. Cómo lograr una relación armoniosa entre todos.

Cuando se construye una pareja, lo ideal es hacerlo en un nuevo hogar: nuevo espacio, reglas y condiciones definidas por ambos, un reino exclusivo de la pareja. Sin embargo, por diferentes razones, especialmente económicas, algunas parejas tienen que regresar a la protección de la familia de origen y en estos casos se requieren cuidado, respeto y trabajo para que todo funcione.

Esta situación no se refiere solo a un cambio espacial, se ven comprometidas todas las áreas de la persona y la pareja:

  • Intimidad.
  • Privacidad.
  • Sexualidad.
  • Independencia.
  • La parte económica.
  • Valores.
  • Creencias religiosas.
  • Rutinas.
  • La alimentación.
  • El trabajo.
  • La autodeterminación.
  • La relación con amigos.

En estas condiciones, tanto los padres como los hijos se ven afectados porque puede haber una intromisión de lado y lado: la nueva pareja irrumpe en el espacio, la cotidianidad, la relación de pareja y los hábitos de los mayores; pero también, una madre o un padre sobreprotectores pueden convertirse en un permanente “opinador” que definitivamente no será bien recibido.

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Para una convivencia exitosa

  1. El tiempo: definir si van a permanecer en la casa de los padres tres, seis meses o un año. Tenerlo claro refuerza la idea, por un lado, de que es algo temporal y que se está buscando solución y, por el otro, una forma de darle una temporalidad manejable y planeable.
  2. Dónde: tanto por el bienestar de unos y de otros, es recomendable establecer por lo menos un área de la casa en la que cada pareja pueda mantener su intimidad, su cercanía física y emocional y su sexualidad, con la certeza de que nadie, exceptuando ellos mismos, entrarán sin ser invitados. Este será el “refugio” de cada uno.
  3. Respeto: una buena convivencia exige ser conscientes y respetar los límites de las otras personas, reconocer sus necesidades y no traspasar la confianza o la paciencia de aquellos con los que convivimos. Ser hijo o ser padre no da derecho a entrometerse en la vida del otro. Las relaciones de pareja son de dos, no de tres ni de cuatro.
  4. Ojo a los roles: las personas crean a lo largo de su vida un guion mental que se construye copiando los modelos de nuestros padres y se convierten en la propia forma de relacionarse en el futuro. En muchas personas, solo el hecho de convivir despierta ese rol establecido en ese guion mental y por eso se dice que “son unos de novios y otros de casados”. El conocimiento de sí mismo y un trabajo consciente dan la oportunidad de modificar esos patrones, pero cuando se regresa a casa, se corre el riesgo de que haya una especie de “involución” en la que el terreno ganado se pierda y se regrese a los viejos patrones.
  5. Quién tiene el poder: generalmente quien pone el dinero pone las condiciones y por eso, un traslado a casa de los padres podría convertirse en una situación de dependencia, pérdida de autonomía o autodeterminación. Es fundamental aclarar en qué condiciones se está haciendo este cambio. Si la pareja puede aportar a los gastos generales, qué tópicos se someten a discusión y cuáles se deben respetar como estrictamente personales.
  6. Tiempo libre: no es necesario ni sano compartir 24 horas al día. Tanto los padres como los hijos deben cuidar sus relaciones personales. Pasar tiempo de calidad juntos, pero por deseo, no por obligación. Mientras menos disruptivo sea el cambio, menos traumático será.
  7. Ojo a la cotidianidad: la vida se compone de pequeñas rutinas, desde qué se desayuna, qué tanto ruido hay, a qué horas se levanta un sábado y si se respetan o no horarios de comida. Todo esto compone parte de lo que somos como individuos y por eso es tan importante que se respete y que se negocie, de forma que la convivencia no se convierta en una molestia permanente. De nuevo, el respeto al otro es la clave de un buen funcionamiento.
  8. Buena voluntad, buena actitud: si se decide asumir esta situación, se debe hacer con la mejor actitud posible. Librarse de los estereotipos de “La suegra bruja”, “La nuera que no era”, “El suegro ogro” o “el yerno inútil”. Ver con ojos nuevos a las personas es darles y darse la posibilidad de descubrir todo lo bueno y lo no tan bueno, pero con criterio. Dentro de lo positivo:
  • Compañía.
  • Cuidado.
  • Ayuda en las tareas del hogar.Oportunidad de analizar patrones de conducta propios y de nuestra pareja.
  • Tal vez menos estrés económico de lado y lado.

9. Cuando hay niños de por medio: es importante respetar desde un principio que los padres son padres y los abuelos son abuelos. Los padres tienen la responsabilidad y obligación de educar y los que tienen la última palabra de cómo se hace. Son ellos los que determinan todo lo relacionado con sus hijos. Los abuelos pueden ser de gran ayuda mientras no se interpongan en todo lo referente a los niños.

Si regresa a casa de sus padres tenga en cuenta que el tiempo ha pasado, que está en una relación de pareja, que se ha ganado independencia y los padres tampoco son los mismos.

Si ha vivido esta experiencia, compártanos algunos de sus tips para tener una convivencia sana con los padres y la pareja.