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Cómo cuidar a los adultos mayores sin excederse

27 abril 2018 Revista 5 Sentidos

El exceso de cuidados hace daño. Aprenda a fomentar en las personas mayores la independencia, la seguridad en sí mismos y a que sigan vigentes.

El exceso de cuidados hace daño. Aprenda a fomentar en las personas mayores la independencia, la seguridad en sí mismos y a que sigan vigentes.

Tanto cuidado hace más daño que bien: que no salga solo porque lo atracan, ¿y si caminando se cae?, ¿se pierde?, ¿y si al escoger su comida, pide eso que le prohibió el médico?

El miedo se refiere siempre al futuro y siempre es infundado. Por evitar eventos que tememos, muchas veces dejamos de hacer u obligamos a la persona a que deje de hacer cosas que son importantes para ella…, solo por un posible evento.

Queremos evitarnos “problemas” y resulta más fácil obligarlos a la inactividad que tener que molestarnos en preocuparnos. Que no salga porque de pronto se cae, se quiebra un hueso, quién lo va a cuidar, yo no tengo tiempo…

El miedo es castrante y en muchos casos egoísta. Hay que brindar medios: si el adulto mayor está caminando en forma insegura o le tiemblan las piernas, es preferible que ingrese a una fisioterapia o facilitarle el que haga ejercicio, a simplemente evitar que salga. Esta constituye una forma de ayudarle a mantener su independencia y enriquecer su vida, en vez de estrecharle sus posibilidades y capacidad de acción.

Adultos, no niños

Las personas mayores suman muchos años de vida, con sus gustos definidos, sus rutinas, sus prioridades y sus amigos. No son niños que tienen todo por construir y mientras lo hacen están bajo nuestra protección.

Muchos hijos desarraigan a sus padres de sus propias vidas para tenerlos cerca y poderlos cuidar, pero al hacerlo, les quitan lo que los define como seres únicos y los convierten en satélites de la propia vida. Su única razón de ser y su único papel en el mundo se reduce a ser ayuda y compañía para los nietos o la mascota. Y ¿dónde quedaron los amigos, las actividades, los hobbies de antes? Perdidos en una vida que se les arrebata, supuestamente por su bien.

Comodidad vs. independencia

El nivel de independencia debe valorarse por lo que objetivamente es: por las dificultades físicas o cognitivas que la persona tenga y no solo por el hecho de “ser mayor”. Queremos hacerlo todo por ellos, bien sea por consentirlos, porque lo hacemos más rápido y tenemos afán o por quitarnos el miedo de encima. Pero el costo es alto, la práctica se considera fundamental para seguir desenvolviéndose, aun con las cosas más sencillas.

Si siempre pagamos por ellos, el día que tengan que hacerlo solos no van a saber cuáles son los billetes adecuados y van a sentirse inseguros. Si siempre pedimos nosotros el ascensor, el taxi, el solo hecho de utilizar una llave o buscar el botón del piso adecuado se convierte en un reto.

Promover que hagan ellos mismos sus propias cosas es impulsarlos a que sean sujetos vivos, pensantes y activos, empoderados en su propio bienestar. Hacer todo por ellos conduce a inutilizarlos y, por ende, a quitarles capacidades. Lo importante consiste en brindarles medios para que se desenvuelvan: si no oye bien proporciónele el audífono adecuado y fomente que lo aprenda a utilizar; si no ve bien, asegúrese de que tenga las gafas necesarias para que pueda defenderse. Y así, con todas esas pequeñas incomodidades de la vejez que marcan cambios, pero no son el fin, el asunto es plantearse, ¿qué queremos ser?, ¿un anciano consentido, superatendido y minimizado?, ¿o un ser independiente y que sigue siendo ejemplar?

Algunas soluciones

  • Que salgan con los zapatos adecuados para evitar que se resbalen o se tuerzan un pie.
  • Darles un papel o una cadena con su nombre, dirección y un teléfono de contacto de emergencias.
  • Fomentarles que hagan ejercicio para que tengan buena fuerza muscular, buen equilibrio y seguridad en su andar.
  • En seguridad, que sigan las mismas normas que todo el mundo tiene que seguir para evitar un robo: no llevar objetos de valor, no exhibir el celular, llevar solo el dinero necesario, no salir con tarjetas, entre otros.

No es descuidarlos, sino estar atentos para brindarles las ayudas que requieran, de forma que estén bien, pero no “infantilizarlos”. No decidir por ellos. No quitarles su poder como seres humanos pensantes, independientes, valiosos. Dejarlos ser y por nuestra parte, dejar de “padecerlos” para comenzar a disfrutarlos.

Permitirles y fomentar el que tengan su espacio, sus amigos, sus actividades propias. Dejarlos decidir sobre sus propias cosas. Ayudarlos y brindarles todos los medios para que puedan “hacer su vida” independiente de la nuestra, estemos de acuerdo o no con lo que decidan, nos guste o no la moda que están usando o los horarios que tienen. Porque al igual que nosotros no podemos vivir la vida de nuestros hijos, nuestros padres solo pueden ser artistas de reparto en la nuestra y merecen tener su propia película, ser protagonistas de su propia historia hasta el último aliento.

No al chantaje emocional

“Yo entregué toda mi vida por ustedes…”, “estoy tan solo todo el tiempo”, “ya solo soy un estorbo”, “mejor sería que estuviera muerto…”, “ya para qué…”. Estas frases se vuelven cotidianas y aunque son llamadas de atención, también son un chantaje emocional del que hay que ser conscientes. Con este tipo de actitudes la persona mayor logra que la gente le preste la ayuda, pero no que lo haga con gusto. Hacer el esfuerzo por ser independiente significa liberar a quienes lo rodean para que puedan seguir, ellos también, una vida normal. Tener una cotidianidad autónoma enriquece la propia vida y le quita carga emocional a quienes los quieren cuidar y les da confianza y crece el respeto hacia ellos. Se deja de ser el anciano/niño, para convertirse en el anciano sabio, con experiencia, con carácter, con ganas, un ser humano que cuenta, que está vivo y no solamente un ser esperando su turno para morir.

Ojo a la depresión

Los síntomas de depresión en las personas mayores, paradójicamente, son bastante silenciosos:

  • Dejan de comer.
  • No se toman su medicación.
  • Se vuelven inactivos, inapetentes, sin ganas de nada.
  • No repiten todo el día “me quiero morir”, sino que se descuidan para acelerar su proceso de deterioro.

Alrededor de 60% de los adultos mayores sufren depresión y una causa definida y significativa es la falta de un proyecto de vida personal. La vida parece haber terminado, aunque se continúe respirando. Aquellos a los que se les dedicó ya son independientes y de un momento a otro se encuentran sin objetivos y sin razones para seguir adelante. Un trabajo psicológico y de acompañamiento para comenzar a construir un proyecto personal es más efectivo que una simple medicación:

  • Empezar a vivir “por mí”.
  • Disfrutar el sol.
  • Tomar el café que me gusta por las mañanas.
  • Aprender o enseñar jardinería que es mi fortaleza y mi pasión.
  • Hacer voluntariado en la iglesia.
  • Cualquier cosa que nos devuelva nuestro lugar en el mundo y en la cotidianidad.

Enfrentar y confrontar

Hay que hablar con ellos como adultos y confrontarlos cuando sea necesario. Tanto los hijos como los padres deben tener la asertividad de decir: esto no me gusta así, esto no es así; “esto es un chantaje emocional y me molesta”; “eres completamente capaz de hacer esto solo, así que por favor, inténtalo”. Parte de ser adulto es hacerse responsable de las propias acciones y de los propios procesos y si no hay déficit mental o un proceso depresivo, una persona mayor no se libra de su responsabilidad frente a sus actos y su vida. Esto forma parte del poder y de la independencia.

Siempre que permitimos que alguien haga las cosas por nosotros, estamos entregando un poquito de nuestra libertad.