Con pequeñas acciones como respetar las filas y los semáforos en rojo todos aportamos a la construcción de un mejor país. En nuestras manos está el cambio que deseamos.
Todos deseamos tener un mejor país y es responsabilidad nuestra hacerlo posible. Con pequeños actos cotidianos transformamos nuestro presente y futuro.
Después de la incertidumbre y el temor siempre viene la esperanza y esta se asoma con todas sus promesas y sueños. Sin embargo, frente al prospecto de tiempos mejores, nos relajamos y erróneamente pensamos que ya no tenemos tanto por hacer. Simplemente “deseamos”.
“Deseamos” un futuro mejor para nuestros hijos, un mundo más amable, mayor estabilidad económica, menos violencia, menos polución. Deseamos, como si los otros fueran los responsables de hacerlo posible.
Lo que se nos olvida es que el presente y el futuro los construimos cada uno de nosotros, con cada acción y cada decisión que tomamos. Y aunque sean pequeñas medidas, todo cuenta para hacer ese mundo que queremos o quedarnos y empeorar ese otro con el que no nos sentimos satisfechos.
Somos cada día más conscientes de lo que nos conviene y de lo que necesitamos para garantizarles una mejor calidad de vida a las generaciones que vienen, para brindarles un futuro estable y vivible. Sin embargo, raras veces somos coherentes entre lo que supuestamente pensamos y lo que hacemos.
Sabemos que la corrupción, saltarse las normas, no obrar de forma honesta, minan y deterioran el presente y el futuro de un país, pero en nuestra vida cotidiana, ¿respetamos las filas?, ¿nos pasamos el semáforo en rojo? o ¿mentimos para que nos atiendan más rápido? Sabemos que el agua es un recurso que hay que cuidar para la supervivencia no solo de nuestra especie, sino del planeta y aun así, ¿cerramos la llave cuando nos cepillamos los dientes o cuando enjabonamos los platos? Suena elemental y lo es, de eso se compone la vida, de acciones sencillas.
Tenemos claro lo que debemos hacer para construir ese mundo mejor, y es posible lograrlo. Solo tenemos que asumir nuestra pequeña responsabilidad y empezar a transformar ese, nuestro diminuto mundo. Ser mejores, actuar mejor, ser más éticos, más humanos, más compasivos, más conscientes para realmente lograr la transformación del futuro, el nuestro, pero más importante aún, el mundo que les dejaremos a ellos, a los que vienen detrás y de quienes hoy somos responsables.
Tener un mejor planeta, un mejor país, no es responsabilidad de los otros. Todos debemos aportar con actos simples y cotidianos que poco a poco generan las transformaciones con las que soñamos.