
¿Cómo podemos servirnos de las herramientas tecnológicas sin perder el control y pasarnos la vida a su servicio?
En esta columna Claudia Arias se pregunta cómo podemos servirnos de las herramientas tecnológicas sin perder el control y pasarnos la vida a su servicio.
Por Claudia Arias V.
Caminar con la cabeza gacha mirando la pantalla del celular no parece un comportamiento muy cívico, llevarse a otro peatón por delante o caer uno mismo en algún bache de la acera es una posibilidad real cuando no se presta atención al entorno. Una y otra vez leemos que la vida es aquello que pasa mientras revisamos el correo electrónico, el WhatsApp y las cuentas en redes sociales; y así nos va, llegamos de bruces al suelo o atropellamos a quien camina a nuestro lado.
Gran reto ese de la autorregulación cuando tenemos el celular en la mano, sabemos que es grosero tener un interlocutor en frente mientras miramos la pantalla, aun así, nos cuesta evitar bajar la cabeza. Si el sonido del despertador que ordena dejar la cama resulta odioso, las alertas que emite este aparato portátil, que ya parece más bien una extensión de la mano, son incisivas, constituyen una orden que nos saca de cualquier actividad.
Y mientras el civismo se va a la caneca a merced de este tirano, en China aparece Zhima Credit, una aplicación que puntúa a los usuarios basados justamente en su civismo y capacidad adquisitiva, con la idea de que quien acumule puntos y alcance cierto puntaje, pueda aspirar a pedir créditos o evitarse un depósito al acceder a cierto servicio. Ya tendrán los chinos que elegir cómo comportarse en la vía pública y ver si pueden dejar para más tarde la revisión de su teléfono, so pena de no comportarse de la forma deseada y perder así oportunidades en el mundo virtual.
La realidad superando la ficción reportó la prensa cuando nació esta app, que recordaba a Nosedive o En picada, un “terrorífico” capítulo de la serie Black Mirror (Netflix), en el cual los habitantes de una ciudad usan sus celulares para calificar de una a cinco estrellas las interacciones sociales que tienen entre sí; perder puntos igual a perder oportunidades, no poder alquilar el carro deseado, quedarse sin el café de la mañana y más (o menos). El terror de vernos reflejados en algo que ya vivimos, porque si bien los “like” o “me gusta” no tienen aún tanto alcance como en la serie, nosotros mismos nos encargamos de atribuirles ciertos poderes en la medida en que los promovemos o buscamos.
¿Cómo poner en su punto unas herramientas que nos han resultado útiles? ¿Cómo servirnos de ellas y no pasarnos la vida a su servicio? Tan difícil resulta el asunto que muchos han preferido retirarse por completo de este entramado digital, renunciar a lidiar con el autocontrol. Así también, los colegios de Francia han optado por prohibir el uso de celulares en sus instalaciones, ¿funcionará mejor la restricción que la pedagogía? Habrá que esperar.
La tecnología (con todas sus bondades y riesgos) seguirá ganando espacio, no solo en los teléfonos inteligentes, así que el reto para los humanos de usarla con sensatez también va in crescendo, no hay que dejarla de lado, hay que incorporar con conciencia, ¿cómo? Esa es la gran pregunta, pero si hemos tenido la capacidad de crearla, no tiene sentido que no logremos regular su uso.