Aunque formalmente los azúcares simples y las harinas refinadas no son adictivos, sí parecen serlo. ¿Por qué?, descúbralo aquí.
Formalmente los azúcares simples y las harinas refinadas no pueden llamarse adictivos, pero sí parecen serlo. Descubra por qué y qué hacen en su cerebro.
Las adicciones se encuentran dentro del ámbito de la psiquiatría y para que se consideren como tal deben cumplir tres de siete criterios:
- Tolerancia, definida por una necesidad de cantidades marcadamente crecientes de la sustancia para conseguir el efecto deseado.
- Pérdida de control sobre la cantidad que se consume o en los períodos que se invierte en su consumo.
- Deseo persistente de consumir o esfuerzos infructuosos por controlar o interrumpir su consumo.
- Empleo de mucho tiempo relacionado con la obtención y consumo de la sustancia o en la recuperación posterior a su consumo.
- Reducción o abandono de las actividades sociales, laborales o recreativas debido al consumo de la sustancia.
- Consumo continuado a pesar de tener conciencia de problemas causados por el uso de la sustancia.
- Abstinencia, es decir, la aparición de alteraciones físicas y psíquicas cuando se deja bruscamente de tomar la sustancia (taquicardia, sudoración, temblores, dolor muscular, calambres, dificultad para concentrarse, irritabilidad, dolor de cabeza).
Los comportamientos de muchas personas con sobrepeso, obesidad o trastornos de la alimentación como la bulimia, responden a los siete criterios de adicción. Adicional, algunos estudios en animales muestran que los carbohidratos simples (azúcar y harinas refinadas, almidones o dulces) pueden ser hasta ocho veces más adictivos que la cocaína, mientras que el gluten se comporta como un opiáceo generando la misma felicidad que se obtendría con la morfina o la cocaína.
Las sustancias adictivas se encuentran tipificadas oficialmente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM 5 y ningún alimento aparece en él. Sin embargo, otras escalas como la Yale Food Adiction Scale incluye las harinas y los carbohidratos simples. ¿Son entonces adictivos? Formalmente no se pueden llamar como tal, pero sí parecen serlo.
¿Qué pasa cuando comemos dulces?
El cerebro identificó que comer, igual que tener sexo, era algo bueno para la supervivencia y para que siguiéramos buscando alimentos creó el circuito de recompensa: cada vez que se hace algo bueno, como comer, el cerebro libera dopamina, es decir, que nos recompensa con placer. Mucha dopamina antagoniza con la adrenalina, de forma que la persona se siente, además, más tranquila.
Esto pasa cuando comemos carbohidratos simples: el hipotálamo se activa, envía señales a diferentes núcleos del cerebro, que, dependiendo de lo que se consuma, activa determinados receptores y libera dopamina, la hormona del placer. También envía mensajes a la corteza prefrontral del cerebro donde se activa el deseo de volverla a obtener o se va para el hipocampo, el centro de la memoria, donde queda guardada como placer, y así, cada vez que lo recordamos, regresa el deseo de obtenerlo. Hay personas que tienen más afinidad por la cocaína, otras, más afinidad por la heroína o por el alcohol, y otras, más afinidad por el azúcar.
Adicción fisiológica o psicológica
Es fundamental diferenciar qué tipo de adicción es porque el tratamiento es distinto.
- En la adicción física el tratamiento es evitar completamente la sustancia o elemento adictivo: eliminar azúcares simples y harinas refinadas de la dieta. El cuerpo hará poco a poco un proceso de desintoxicación y la necesidad física por la sustancia desaparecerá, pero como en el caso del alcoholismo y otras sustancias adictivas, se pueden presentar recaídas.
- La fisiología también tiene todo que ver en el hiperinsulinismo. Algunas personas con ovario poliquístico o con sobrepeso/obesidad y con alto consumo de carbohidratos presentan una mayor producción de insulina (hiperinsulinemia), que hace que sientan avidez por el azúcar. Los niveles altos de insulina tienden a producir niveles bajos de azúcar y eso hace que la persona busque carbohidratos en su alimentación. Al bajar el hiperinsulinismo por medio de dieta, actividad física, mejorando la cantidad de masa muscular que hace que la resistencia a la insulina disminuya y a veces a través de medicamentos como la metformina o la tiazolidinediona se reduce el craving de dulce.
- La adicción psicológica es más compleja y tiene que ver tanto con lo social como con lo conductual, los hábitos aprendidos, la personalidad, el entorno, la familia y ante todo, la intención de la persona que muchas veces requiere no solo un tratamiento con ejercicios, dieta y medicamentos, sino con psicoterapia, terapia conductual y algunas veces con medicamentos psiquiátricos.
Muchas de las personas con obesidad aducen que comen por ansiedad. Sin embargo, al evaluarlas, casi ninguna tiene realmente síndrome de ansiedad, sino niveles muy altos de adrenalina por el estilo de vida que llevan: mil cosas por hacer, mil cosas por resolver y retos de todo tipo.
El cerebro se encuentra programado para liberar adrenalina cuando está en peligro, cuando tiene algo para resolver, pero no diferencia lo que es de supervivencia y lo que es una amenaza subjetiva. Los niveles de adrenalina demasiado altos y continuados son dañinos para la salud y por lo tanto intentamos, inconscientemente, bajarlos, buscando algo que genere dopamina y que nos tranquilice. Lo más fácil, lo más barato y lo más a mano para brindarnos satisfacción y disminuir esa sobredosis de adrenalina es la comida, con las consecuencias para la salud que puede traer.
Psicológico, emocional y físico van de la mano y un programa para bajar de peso o una adicción al dulce deben realizarse con un trabajo integral.
El papel de la dieta
Una dieta para bajar de peso debe estar fundamentada en el principio de que se tiene que comer menos de la necesidad calórica diaria, para así entrar en un déficit y que el organismo comience a gastar las grasas acumuladas. Si se quiere bajar de peso, se requiere un régimen alimentario y ejercicio.
Esto no significa que debamos pasar hambre. Una buena dieta ayuda a consumir las calorías necesarias, evitar excesos y no sentir hambre ni compulsión, para poder mantenerla en el tiempo y lograr el objetivo que se desea. La cuestión es que una dieta por sí misma no hace el truco, se requiere un cambio en el estilo de vida que incluye un cambio en el estilo de alimentación.
En el caso de las dietas bajas en carbohidratos:
- Eliminar bebidas azucaradas, azúcares y harinas refinadas y evitar la adición de azúcar a jugos, cafés o tés.
- Cambiar a una dieta balanceada con muchas frutas, verduras, proteínas y carbohidratos complejos con fibra como papas, yucas, arroz, granos y tubérculos, que no tienen los mismos efectos adictivos, y un poco de grasa de buena calidad que dé saciedad para que sea un cambio de larga duración y no otro intento fallido.
¿Qué es el craving?
Es un deseo apremiante, urgente e irreprimible de consumir algo que lleva en la mayoría de los casos a una pérdida de control. Es uno de los síntomas más importantes en la adicción a la comida y se ha encontrado que está presente entre 5% y 10% de las personas que no tienen sobrepeso, hasta 25% en personas con sobrepeso/obesidad y entre 35% y 50% en pacientes bariátricos o que presentan atracones.
La compulsividad con la comida tiene un alto componente psicológico y emocional, debe ser tratada de forma multidisciplinar por psiquiatra, nutriólogo o nutricionista y a veces requiere terapia psicológica o conductual.