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Las reflexiones que dejan los animales silvestres caminando en las ciudades

14 agosto 2020 Habita

El confinamiento obligatorio provocó la reaparición de diferentes especies de animales e insectos en las urbes.

La propagación del COVID-19 y el aislamiento preventivo, adoptado como medida para contener su expansión, ha dejado en evidencia el impacto que tienen los hábitos humanos​ en el medio ambiente. Luego de solo algunas semanas de confinamiento, la calidad del aire mejoró​, las aguas de diversos lugares del mundo se tornaron más claras y distintas especies de animales​ comenzaron a poblar poco a poco lugares que hasta entonces eran exclusivos de las personas, entre ellos las grandes ciudades.

Si bien, la llegada de la pandemia no ha sido del todo positiva para el medioambiente debido a distintos factores, principalmente al aumento de plásticos de un solo uso, ​los acontecimientos mencionados han abierto un debate sobre la necesidad de nuevas formas de planificación urbana​ y productiva más amigables con los ecosistemas. Según Santiago Ortega, director de Investigación y Desa​rrollo de Emergente Energía Sostenible, “ver directamente a la fauna volviendo a las ciudades no es solo un espectáculo natural, sino que tiene un impacto fuerte en las personas y en su forma de entender quiénes somos en el planeta”.

Según el ingeniero social, “cuando nos hablan de temas ambientales es difícil dimensionar que somos parte de un sistema y que el mundo natural no es ajeno a nosotros, pero esta situación ya pone en manifiesto y de frente cuáles son los impactos que tenemos sobre la Tierra y sus ecosistemas”. Titulares como “El planeta agradece la ausencia de humanos” o “Los animales silvestres recuperan sus territorios” en medios de comunicación de todos los países del mundo, son una evidencia de las múltiples conversaciones que empieza a suscitar la pandemia.

Colombia no ha sido ajena a este fenómeno. A la par que las imágenes satelitales celebraron la descontaminación de las aguas de los canales de Venecia y la dramática disminución de CO2 en China, en las playas de Santa Marta se vieron tiburones nadando en libertad ​y, en la bahía de Cartagena, un grupo de delfines hizo lo mismo; en Neiva una zarigüeya fue contemplada con sus cuatro crías en su lomo; un zorro y dos aves migratorias se encontraron en Bogotá; una familia de venados caminó por las carreteras de Armenia; un oso hormiguero atravesó una cebra peatonal en una calle de Casanare; y en Medellín las montañas se despejaron gracias a la reducción de la contaminación en el aire.

Los espacios con ausencia de seres humanos y sus efectos inmediatos en el entorno han dejado certezas sobre el impacto de los procesos urbanísticos e industriales. Ante este escenario, las sociedades se plantean el reto de integrar en sus ejercicios de planeación urbana y productiva el manejo adecuado de la fauna y la flora que las rodea.

 

De hecho, investigadores alrededor del mundo llamaron “antropausa” a este período de desaceleración global ​de las actividades modernas y lo calificaron como un momento excepcional para estudiar a fondo las consecuencias de la forma en la que en la contemporaneidad habitamos el mundo. “Esbozamos pasos urgentes que los grupos humanos deben tomar para garantizar que esta oportunidad no se pierda. El conocimiento científico adquirido durante esta devastadora crisis nos permitirá desarrollar estrategias innovadoras para compartir espacio en este planeta cada vez más poblado, con beneficios tanto para los animales como para los humanos”, reafirma un artículo publicado en la revista Nature.

“Estas ideas inspirarán propuestas realistas basadas en la evidencia para mejorar la convivencia entre humanos y vida silvestre. Nadie está pidiendo que las personas permanezcan en un estado de bloqueo permanente. La “antropausa” causada por el COVID-19 nos ha transportado de regreso a los niveles de movilidad humana observados hace unas década. Eso significa que podemos descubrir que los cambios, relativamente menores en nuestros estilos de vida, pueden tener importantes efectos para los ecosistemas y los humanos”, sugiere la publicación citada.

Sin embargo, para lograrlo se necesita más que la investigación académica. Sobre esto, la organización Greenpeace ​ha complementado el debate advirtiendo que “la reducción de emisiones, aunque drásticas, son transitorias». Los esfuerzos por disminuir la contaminación causante del cambio climático deben ser producto de medidas de carácter global y no el resultado de una pandemia”. Siendo así el panorama, esta oportunidad de repensarnos en convivencia con nuestro entorno puede encontrar su materialización a través de una suma de voluntades, incluyendo las que se mueven dentro de la política y las dinámicas económicas a nivel local, regional, nacional y mundial.

“Es hora de que empecemos a atender estas señales para replantearnos en muchos niveles, sobre todo desde la conciencia ambiental que tenemos como consumidores y, por supuesto, desde las medidas gubernamentales, con políticas públicas pensadas para que, luego de este pare en el camino, logremos asumir una senda distinta”, repunta el ingeniero Ortega.

Por ahora, pocas son las certezas y una de esas tiene que ver con la expectativa de un efecto rebote, dado que la economía deberá reactivarse e intentará cubrir las pérdidas acumuladas durante el periodo de cese de actividades. Sin embargo, hoy, mientras los animales silvestres continúan caminando en las ciudades, la pregunta sobre la posibilidad de construir estilos de vida más sostenibles y de menor impacto ambiental ya está puesta sobre la mesa.

Fecha de publicación: agosto 14 de 2020. 

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