Ha dirigido por 15 años la institución encargada de manejar los recursos de las reservas y las áreas protegidas del país. Aquí cuenta sus mayores logros.
Hablar con Julia Miranda, directora de Parques Nacionales Naturales de Colombia, es imaginarla navegando en un bote por los ríos Amazonas y Orinoco para asombrarse con la inmensidad del agua y las paredes boscosas que definen el recorrido por cientos de kilómetros; buceando en Malpelo y en San Andrés y Providencia al lado de tiburones y anguilas, y visitando las impecables malocas —casas comunales ancestrales— de los indígenas de la selva amazónica para conocer su estructura social y sus raíces culturales.
Son esas escenas las que ella evoca, con conciencia sobre su privilegio, cuando se le pregunta por las experiencias inolvidables que ha coleccionado en los 15 años que lleva a la cabeza de esta entidad, encargada de la administración y el manejo de los recursos de los parques nacionales y de las áreas protegidas del país. Y no hubiera llegado allí sin esa admiración que le ha profesado a la naturaleza desde sus días de infancia, en los que aprendió a amar la flora y la fauna durante los viajes familiares que la llevaron alrededor de Colombia y fuera de ella.
Tampoco habría aterrizado en la institución que dirige si se hubiera inclinado por una rama del conocimiento distinta al Derecho, la misma que le llegó por herencia de su papá y su abuelo y que prefirió por encima de otras áreas que llamaban su atención, como la literatura y la historia. Fue así como se matriculó en la Universidad Javeriana, estudió “con mucho placer” las materias y descubrió, de manera muy incipiente, lo que hoy le ocupa la mente cada día: el derecho ambiental. “En ese entonces no existía como cátedra, pero me causó mucha curiosidad. Por eso cada cosa que llegaba a mis manos la leía y la investigaba con todo el interés. Años después, cansada de litigar, hice una especialización en el tema, también en la Javeriana”, recuerda.
Ganando terreno
En los años que ha ocupado el cargo en la entidad nacional ha consolidado la naturaleza jurídica de la institución, lo que ha significado que, a pesar de depender políticamente del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, esta pueda tener autonomía administrativa y financiera. Para mostrar esa evolución menciona, por ejemplo, que al iniciar su trabajo en 2003 había alrededor de 15 empleados en una oficina del ministerio, mientras que ahora tienen sede propia y alrededor de 2800 trabajadores en el país, entre funcionarios y técnicos.
Para ella, la clave de este crecimiento se debe a que “han demostrado”, y lo dice en plural para destacar la labor de su equipo, que es posible ejecutar los recursos públicos con transparencia. Esta lección la aprendió desde los inicios de su carrera en Derecho Ambiental de la mano de personajes como Antanas Mockus, quien la invitó a dirigir el Departamento Administrativo del Medio Ambiente (DAMA) —hoy Secretaría de Medio Ambiente— de Bogotá durante su primera alcaldía.
Otro logro relevante bajo su liderazgo ha sido la declaratoria de nuevas áreas protegidas como los parques nacionales naturales Selva de Florencia, Serranía de Chiribiquete (en Guaviare) y Complejo Volcánico Doña Juana-Cascabel (Nariño), y el Cabo Manglares (Nariño) y las sabanas del Cinaruco (Arauca). Con esto, asegura Miranda, la institución ha operado de acuerdo con las estrategias más avanzadas del mundo en conservación y manejo de áreas protegidas, gracias a la capacitación permanente de los expertos de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas.
Esa es justamente una de las razones por las que, como tercer gran resultado de su gestión, Julia menciona la internacionalización de la entidad. “Así como nos han aportado, hemos podido mostrar que lo estamos haciendo bien… Es importante tener en cuenta que este tipo de instituciones en muchos países no han logrado la autonomía frente a los organismos que los contienen, como los ministerios, y es por eso que nuestra experiencia resulta tan valiosa para compartir”.
Más allá de enumerar esas victorias que ha conquistado con su equipo, esta abogada madre de tres hijos y esposa de un abogado que no solo es su apoyo emocional sino también su consultor en legislación y asuntos administrativos, se muestra complacida de que la vida la haya puesto en una plataforma como Parques, desde donde explora ese gusto personal por la naturaleza que adquirió en su infancia y que la ha llevado a los rincones que pocos colombianos tienen la suerte de conocer, esos en los que la diversidad demuestra que los colores no se han acabado de inventar.
Es esa conexión que siente con las especies animales y vegetales y las comunidades indígenas y afro de Colombia, la hace más sensible ante los casos de destrucción y deforestación que se encuentra todos los días en su agenda; pensar en eso le da “un dolor y una rabia inmensos”. Por eso se mantiene en pie de lucha, insistiendo en que los presupuestos y funcionarios nunca serán suficientes para proteger a uno de los países más megadiversos del planeta y afirmando que, sin importar el escenario en el que esté, la conservación será su misión hasta que tenga salud.