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Beatriz Fernández hizo de su empresa un país de maravillas

14 marzo 2019 Sé relevante

Es el cerebro de las creaciones de Crepes & Waffles y dice que su inspiración son sus 5600 empleadas, quienes hacen que Colombia tenga «cara de mujer».

Beatriz Fernández

​Existe un pequeño país de maravillas gastronómicas​ habitado por personas que, en medio de ingredientes y sabores, exploran nuevos caminos con la mirada puesta en un objetivo común: transformar el alimento en amor, cautivar paladares y conquistar corazones. Así es como Beatriz Fernández, fundadora de Crepes & Waffles, describe al mejor estilo de una historia de fantasía lo que sucede en esta compañía, la misma que nació hace 39 años gracias a la creatividad y la recursividad que se originan en los tiempos de escasez.

“Mi papá y el papá de Lalo —Eduardo Macía, su socio— se quebraron y ese mismo año arrancamos. Yo era una adolescente que lo había tenido todo y, de un día para otro, esa comodidad ya no estaba. De esa situación aprendí que cuando un alma no se queda durmiendo en las carencias y en los reclamos del ‘¿por qué a mí?’, sino que usa los recursos que tiene y los mueve, es capaz de cambiar su realidad y la de los demás”, dice Beatriz. Los recursos de los que habla, más que ser tangibles, son los valores que ha puesto en práctica desde siempre, los que aprendió de un papá paisa con una marcada orientación al trabajo duro y transparente, y de una mamá costeña con un alma alegre y amorosa​.

Beatriz Fernández

Ambos fueron los responsables de que ella, que hoy es una de las empresarias más influyentes de Colombia, tuviera una infancia que define como si hablara de una de las recetas de su restaurante: “Dulce miel”. No solo lo hicieron enseñándole una filosofía de vida sobre el caer y levantarse, sino dejándole el legado de experimentar con los sabores. “En mi casa se comía delicioso. Mi papá era importador de licores y productos del mundo​​ como los mariscos chilenos, el caviar, las trufas negras y blancas y la chocolatería danesa, y con ellos mi mamá preparaba platos adaptados a la comida local… Era una gastronomía de alto turmequé servida de forma simple, pero artística. De ahí heredé esa sensibilidad por crear nuevos platos y por presentarlos de forma elegante”, recuerda.

Sin embargo, esa habilidad de invención en la cocina no la descubrió hasta que abrió en Bogotá el primer restaurante de Crepes​​, en 1980. Allí, mientras Lalo se encargaba de lo financiero y lo administrativo, ella se dedicaba a jugar con ingredientes y a ampliar ese menú inicial que estuvo compuesto por cinco platos salados y dos dulces. Esa primera etapa como empresaria la convirtió en el cerebro de los sabores: una labor que asumió con naturalidad por ese espíritu curioso, abierto, imaginativo y espontáneo que a veces la sorprende a ella misma.

Una marca con “cara de mujer”

Esa cualidad que tiene de fluir, “de danzar” con su realidad​, no solo le ha servido para desarrollar un menú por casi 40 años y comunicar una filosofía de invenciones y reinvenciones, sino que la ha convertido en una observadora atenta de las realidades de las 5600 empleadas de Crepes, a quienes ve como su mayor inspiración “porque son guerreras, tienen un corazón lleno de amor y desconocen el significado de la palabra desfallecer. Ellas, como muchas otras, hacen que Colombia tenga cara de mujer”.

Desde el principio de su historia como empresaria, Beatriz les adjudica a sus empleadas, la responsabilidad de abrirle los ojos frente a situaciones difíciles de las que se ha sentido ajena, pero en las que ha tratado de contribuir con los programas de salud, vivienda y educación que ha desarrollado en la empresa. “No puedes tener ojos y no ver… Esa frase es de una canción que escribí. Con eso me refiero a que no podemos ser ciegos ante esas situaciones en las que podemos aportar. Hacer empresa significa construir país​”, asegura.

Cuando no está pensando en nuevas formas de conquistar paladares, Beatriz se dedica a la escritura, un lenguaje que le permite contar “cómo los poemas se vuelven platos y los platos se vuelven poema”. Además, compone canciones, una afición que tiene “hasta para regañar… Me gusta mucho cantar y por eso a veces es el mejor instrumento para decirle a alguien que no está haciendo las cosas bien”.

Ese gusto por la música fue precisamente el que la llevó a componer el rap Mienten las mentiras​​, que produjo para el interior de la empresa y terminó filtrándose y haciéndose viral en 2017. De ese contenido percibió apoyo de cientos de personas, pero también innumerables críticas: una situación que mostró una vez más su talante como empresaria y mujer: “Cada persona habla de lo que tiene en el corazón. Es imposible controlar lo que piense o hable la gente. Por eso hay que estar enfocado. Mi filosofía es sentirme bien, hacer el bien y hacerlo bien”, concluye Beatriz.

 

Fecha de publicación: marzo 12 de 2019.
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