Totó la Momposina: una cantadora de ayer, hoy y siempre

La potencia de su voz y la gracia de sus movimientos son algunas de las razones por las que esta embajadora de las músicas del Caribe es una leyenda viva.

¿Habrá algo nuevo por decir sobre Totó la Momposina? ¿Existirá un dato que no haya sido contado en los medios de comunicación? ¿Se les habrá escapado a periodistas y seguidores alguna anécdota importante en la historia artística de esta mujer? Lo más probable es que no. Ella ha sido por varias décadas la figura más representativa de las músicas tradicionales de la Costa Caribe colombiana, alcanzando un nivel de reconocimiento sin límites​.

Tiene 78 años, un número que comparte sin el pudor de muchas mujeres cuando se les pregunta la edad. De hecho, es algo que revela con orgullo porque sabe que puede impresionar con su vitalidad y su cabeza “clarísima e intacta”​, por eso da detalles sin titubear: que empezó a cantar a los siete años y se convirtió en la artista oficial de los eventos del colegio; que a los ocho se inscribió en un concurso de canto sin permiso de su mamá y, al resultar ganadora, no le contó porque en el teatro en que se presentó hubo un incendio; y que su abuelo paterno, el clarinetista Virgilio Basanta, la corregía al oírla cantar con indicaciones como: “Párese derecha y vocalice”.

También recuerda que su papá, Daniel Basanta, era tamborero, y su mamá, Libia Vides, era cantadora y bailarina. Fueron ellos quienes entre fiestas e instrumentos, sin proponérselo, la introdujeron al mundo musical de sus ancestros, el mismo que para ella es la definición de la palabra sagrado. Esa vida familiar se desarrolló durante sus primeros años en Talaigua Nuevo, un municipio agricultor y pesquero de la isla Mompox, donde nació y recibió el nombre de Sonia y del que, junto con su familia, salió desplazada por la violencia.

Así dio su salto a Bogotá, donde su papá se desempeñó como zapatero y su mamá creó un grupo de danzas del Caribe con el que, en años posteriores, Totó se presentó en múltiples ocasiones en programas musicales de la televisión colombiana en los que las músicas ancestrales del Caribe no tenían representación​. Ello, sumado a su conciencia sobre la falta de una cantadora en este tipo de plataformas, le permitieron crear una propuesta con la que convenció al público local y que llevó a importantes escenarios de Europa, Estados Unidos y Asia.

Primeras presentaciones

Uno de sus primeros shows fue en la Feria de las Flores de Medellín, un evento en el que la mismísima Celia Cruz le auguró un futuro de esplendor: “Mientras yo estaba en el escenario, ella le preguntó a mi mamá quién era yo y mi mamá, orgullosa, le respondió que era su hija. En ese momento yo tenía 18 años y Celia dijo que yo iba a ser famosa. Me enteré de eso mucho después porque mi mamá no me contó ese día”, comenta.

Luego, en 1982, vendría su participación en la ceremonia de recibimiento del Premio Nobel de Literatura por parte de Gabriel García Márquez​​, en Estocolmo, y su residencia en Francia durante cinco años. Fue en este último país en el que estudió organización de espectáculos, coreografía y ritmo e historia de la música y la danza en La Sorbona, una de las universidades más importantes del mundo. Este conocimiento y el que recibió años antes en la Universidad Nacional de Colombia, le dieron un entendimiento superior de su papel como cantadora porque, según dice, el secreto de la música ancestral es que contiene todo el pentagrama musical.

La colombie, La candela viva, Carmelina, Pacantó, La bodega y El asunto son algunos de los álbumes con los que ha honrado a las músicas de sus ancestros, su oráculo —como las denomina—​, y que la han llevado a hacer colaboraciones con artistas como Carlos Vives, Calle 13 y Gustavo Santaolalla. Además, le han abierto paso en festivales en los que su propuesta musical no goza de popularidad. Sin embargo, basta una canción para que imponga el ritmo sobre cuerpos ajenos y sorprenda con la potencia de su voz, la desenvoltura de sus movimientos y esa espontaneidad costeña que la lleva a quitarse los zapatos en el escenario y a repetir, una vez más, lo que ha dejado claro por décadas: que es una leyenda viva capaz de conectar a cualquiera con sus raíces. ​

Fecha de publicación: marzo 10 de 2019.
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