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Adriana Ocampo y el sueño que comenzó en una terraza

30 marzo 2019 Decide

Esta geóloga, oriunda de Barranquilla, dirige el programa Nuevas Fronteras, de la NASA, y es la científica al frente de las exploraciones en Venus.

La imaginación es un lugar que Adriana Ocampo​ visita con frecuencia. En ella habitan las preguntas pero, sobre todo, el valor para encontrar respuestas. Tiene la mente y el corazón abiertos al descubrimiento de nuevos mundos y esto no es más que el resultado de haber posado, desde niña, su mirada en el espacio.

Por las venas de esta barranquillera de 64 años corre sangre española, argentina y colombiana. Durante la Guerra Civil del país ibérico, ocurrida entre 1936 y 1939, su familia materna desembarcó en tierras gauchas, proveniente de Asturias. Allí nació y creció su madre, Teresa Uria, quien en su juventud encontró el amor en Víctor Alberto Ocampo, un suboficial de la Marina, de origen payanés, que llegaba a Argentina becado por el gobierno de Juan Domingo Perón. Esa casualidad terminó en matrimonio y en el traslado de la nueva familia al Caribe colombiano, donde nacieron sus tres hijas: Sonia, Adriana y Clau​​dia.

Aunque vivió poco tiempo en Colombia, Adriana conserva algunos sabores de la cocina tradicional que su madre supo atesorar una vez se mudaron a Buenos Aires a finales de la década del cincuenta. De aquellos años, evoca con gratitud una infancia de juegos, naturaleza y familia​​.

El sueño espacial

Para una mente curiosa​, unos padres cómplices. Así fueron los de Adriana al darle siempre la libertad de soñar, incluso si esos primeros anhelos fueron con astronautas, naves espaciales y expediciones por la Vía Láctea. “Una de las cosas que me encantaba hacer era subir a la terraza de mi casa todas las noches, de​spués de cenar. Si podía y el clima estaba favorable, subía con mi perro a ver las estrellas. Me empezaba a cuestionar qué eran esos puntos de luz; si existía gente como nosotros en ellos y por qué había tantos”, recuerda Ocampo.

El 20 de julio de 1969 no solo cambió la ​historia de Neil Armstrong y Edwin Aldrin, los primeros hombres en pisar la superficie de la Luna; también transformó la de Adriana. Mientras atestiguaba el éxito de la misión espacial Apolo 11 en el único televisor que había en el vecindario, supo que sus juegos en la terraza​ eran en realidad la simulación del resto de su vida: “Vi que los sueños se pueden hacer realidad y que si un ser humano podía ir a la luna, esos puntitos de luz a lo mejor no estaban tan lejos y eventualmente uno podría ir a explorarlos. Me puse la meta de que quería trabajar para la NASA​.

Un paso más cerca

En 1970, la familia Ocampo Uria emigró a Estados Unidos buscando asegurar un buen futuro para sus hijas. Llegaron a South Pasadena, en el estado de California, no muy lejos de uno de los centros de excelencia de la NASA. Como si el universo entero hubiera actuado a favor de Adriana, le llegó la invitación para pertenecer a un club de estudiantes interesados en la exploración espacial.

Era el Laboratorio de Propulsión a Reacción​ (JPL, siglas en inglés del Jet Propulsion Laboratory), un centro de investigación perteneciente a la NASA que, por medio de grupos formativos semanales, convocaba a la nueva generación de científicos espaciales. Entonces dirigido por el doctor William H. Pickering, el JPL fue para Adriana el encuentro con sus primeros grandes mentores. “Nos reuníamos a aprender. Después empezamos a hacer actividades prácticas, a construir pequeños robots, y el primer proyecto que tuvimos era cómo recibir la señal de un satélite climático que mandaba la temperatura y la nebulosidad de la atmósfera”, cuenta.

Luego de graduarse de la secundaria en South Pasadena High School, Adriana encontró la manera de continuar su proceso. “Yo sabía que quería una carrera en el espacio, entonces todo lo que hacía era siempre enfocado en eso (…); se dieron cuenta de que no podían deshacerse de mí porque era bastante persistente, entonces me dieron un trabajito y empecé en las posiciones más bajas, como asistente técnica”, relata. Al mismo tiempo, cursó los dos primeros años de universid​ad en el Pasadena City College y terminó su formación en las universidades estatales de California y Northridge, obteniendo su grado como geóloga planetaria. Luego hizo el Doctorado en Ciencias Planetarias, en Holanda.

Nuevas Fronteras

Desde aquel revelador 20 de julio de 1969, mucho ha pasado en la vida de Adriana. Trabajó para la Agencia Espacial Europea y durante toda su carrera ha estado vinculada, de una u otra forma, a su gran amor: la NASA. Con su experiencia​ ​​​ha contribuido al desarrollo de algunas de las misiones más importantes y disruptivas en su campo y, desde 2005, es la científica principal en las exploraciones relacionadas con el planeta Venus. 

​También lidera el programa más ambicioso de la agencia, llamado Nuevas Fronteras​, que tiene tres misiones en proceso: Juno, Plutón y OSIRIS-REx. El objetivo: buscar y estudiar posibles nuevos mundos, lo que para Adriana supone “tratar de entender las semejanzas y diferencias entre nuestro planeta y los otros que hay en el Sistema Solar”.

El camino no ha estado desprovisto de desafíos: Adriana no tenía muchos referentes cuando empezó y el idioma fue una barrera durante los primeros años. Adicionalmente, la poca presencia femenina en la exploración espacial le hizo ganarse unos cuantos no. Sin embargo, siempre los tomó como una forma distinta de llegar al sí.

Ha estado comprometida con el apoyo a quienes persiguen un sueño espacial. Es el caso de Andrea Guzmán, una joven colombiana que a los 14 años se puso en contacto con ella para que se convirtiera en su mentora. Hoy, Guzmán cursa un Doctorado en Astrofísica, en Suiza, y confirma la alegría de su madrina científica al “poder incentivar a la juventud a salir a explorar”.​

Aunque su trabajo le exige mantener la atención en otros planetas, eso es lo que le ha dado a Adriana la conciencia de los retos de la humanidad. “Si vamos a salir de nuestra cuna, que es la Tierra, para llegar a tener presencia permanente en la Luna, en Marte u otras estrellas dentro de la Vía Láctea, tenemos que hacerlo como especie, unidos. Ese es mi sueño: que evolucionemos para trabajar juntos por el bienestar de todos; el espacio puede ser el vehículo que nos lleve a eso”.​​

Fotos: Cortesía

Fecha de publicación: marzo 30 de 2019.

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