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Parejas vitales

17 diciembre 2019 Sé saludable

En pareja se construye, se comparte, se sueña en común y se plantean retos. Alimentar cada etapa de la relación es fundamental para que la unión con el ser querido se fortalezca.

“Míralos, como se quieren. Llevan veinte años de casados y parecen novios”. Esta es una frase que se escucha cada tanto acerca de las parejas que causan admiración. Reflejar ese estado de enamoramiento no es gratuito. Requiere del esfuerzo diario en la construcción de una vida juntos.

En nuestra historia de vida todos hemos tenido una persona especial, con la que hemos compartido gustos, espacios, hobbies, anhelos, proyectos y hasta nos hemos planteado un futuro juntos.

Del gusto y la atracción, pasando por el conocimiento de los detalles propios de cada persona, hasta los hijos y su despedida de casa, cada unión conlleva retos que pueden sortearse si se asumen con amor, compromiso, tolerancia y respeto. Cada una de estas experiencias nos fortalece como individuos y nos aporta elementos cruciales para construir una vida en pareja.

Las etapas de una pareja tienen un ciclo vital que se puede cultivar para consolidar ese vínculo. ¿Cuáles son y cómo fortalecen esa unión?

Etapa 1: atracción

El encuentro con alguien se da en un primer instante por atracción física, sexual, emocional. La pasión y el contacto físico priman en ese momento. La fuerza vital, la energía y el poder del erotismo y la sensualidad brillan. En esta etapa abundan los detalles, los planes, las invitaciones “atrevidas”. Es el tiempo de hacer locuras que activen neurotransmisores de la felicidad, como endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina. Si esa emoción resiste el paso del tiempo y recorre ese camino al enamoramiento, crece el compromiso entre la pareja y se convierte en una relación.

Clave: mostrarse como es, sin poses, ser sincero, empático con el otro, detallista. Evitar tomar decisiones apresuradas o proyectarse a un futuro lejano. Esta etapa es para disfrutar día a día ese momento de idealización.

Etapa 2: consolidación de la relación

La atracción sigue siendo fundamental, pero entran otros elementos: se valoran destrezas, conocimientos, experiencias y compartir en pareja. En ciertas edades hay metas individuales importantes. Por ejemplo, algunas personas se van a estudiar al exterior o a trabajar, entonces, dependiendo de lo fuertes que se entrelacen esos vínculos, la relación pasa al siguiente plano o se termina.

Clave: mantener las relaciones con los amigos para evitar aislarse. Tener espacio con personas significativas para la vida también forma parte de ese enriquecimiento personal y de pareja. Compartir experiencias, definir los roles, plantearse si tener hijos, invertir juntos, todo forma parte de esta nueva aventura.

Etapa 3: formar una familia

Casarse o decidir compartir la vida en pareja es como un ritual de pasaje, similar a graduarse. Decirle a la sociedad que se da ese paso proyecta a la persona como un ser comprometido. Desde ese momento ambos tienen acuerdos que han aceptado: fidelidad, compromiso económico, compartir. Elementos como el manejo del dinero, el trabajo, los espacios con la familia de la pareja son aprendizajes que se desarrollan en esta etapa. En estos años sentamos las bases de un amor maduro.

Clave: la comunicación y la cercanía emocional nos ayudan a afianzar la unión y a edificar un proyecto de vida. Mantener las expresiones de afecto y de cariño, de valoración del otro por lo que hace, de comprensión, hacen más sólida la convivencia. Vivir experiencias como cocinar juntos, asignar tareas equitativamente, tolerar las costumbres del otro. Al surgir los conflictos es clave no evadirlos sino enfrentarlos.

Etapa 4: los hijos

Hoy, aunque las parejas no necesariamente piensan en tener hijos como una realización para su existencia, sigue siendo común que para algunas sean ejes determinantes en el desarrollo de su proyecto de vida.

La llegada de los hijos representa una ilusión. Pensar en darles lo que necesitan, abrigarlos de amor, ser su soporte desde el momento inicial de la vida, concentra la energía de la pareja. El ejemplo que ven en casa todos los días es su mayor fuente de aprendizaje, por eso, durante su crecimiento, es crucial llenarlos de valores y experiencias positivas. Las buenas costumbres que se viven en el núcleo familiar les dan las herramientas para comportarse.

En la etapa de la adolescencia, los hijos sacuden la vida, las creencias y los valores de la familia. Los jóvenes tienen su propia identidad, cuestionan y viven aprendizajes muy importantes. Hoy pueden presentarse conflictos familiares porque los hijos hacen cosas que los padres no hicieron o no se plantearon en su momento: hacerse un tatuaje, ponerse un piercing, ser vegetariano o sentir atracción por alguien del mismo sexo.

Clave: en los meses de gestación se deben compartir opiniones acerca del significado que tiene la paternidad para cada uno. Se deben despejar las dudas que surgen en el proceso con la familia y con fuentes confiables. El diálogo, la apertura y el conocimiento sobre las costumbres de los jóvenes es la puerta de entrada a una experiencia positiva en la adolescencia.

Etapa 5: madurez

Llega el momento en el que los hijos toman su camino y dejan el nido vacío. El afán de darles lo que necesitan, de atenderlos, cuidarlos, estar pendientes de ellos, cambia. Ahora hay más espacio en casa, una sensación de nostalgia en el corazón y más tiempo libre para los dos.
Así como hay parejas activas laboralmente, otras tienen una vida menos agitada. En esos casos, el tiempo se puede aprovechar para compartir, conversar, leer y seguir construyendo cercanía emocional y afectiva.

Clave: enfocar la mente en el disfrute, en redescubrir la sexualidad (los ginecólogos hablan de una segunda juventud en la mujer). Es el momento para retomar hobbies, compartir actividades juntos, practicar deporte. El círculo de amigos juega un papel fundamental para mantenerse activos socialmente.

Entre 18 a 30 meses los seres humanos están programados para sentirse apasionados, según un estudio realizado por la Universidad de Cornell, en Nueva York, a 5.000 personas de 37 culturas.

El contenido hace parte de la revista 5 sentidos y fue realizado por: Martha Cecilia Echeverri, psicóloga y sexóloga.