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La mensajera de la no violencia

16 diciembre 2019 Sé saludable

Cristina Mejía califica las tensiones personales como el mayor peligro público y trabaja para erradicarlas a través de la búsqueda de la paz interior y el yoga.

Los días de Cristina Mejía hace muchos años (dice que no es buena para recordar números y por eso no nos da una cifra exacta) se dividían así: levantarse, tres horas de gimnasio, masajes y sauna tres veces por semana, almuerzo y en la tarde shopping. Vivía en Alemania, no necesitaba trabajar, así que, como ella afirma, no tenía grandes preocupaciones.

Fruto de la búsqueda de un nuevo hobby, llegó, sin pensarlo mucho, a una clase de yoga: “¿Quién termina conociendo el yoga en Alemania? Eso solo podía pasarme a mí”. Lo dice y se ríe. Continúa explicando que al final de esa sesión sintió una relajación profunda que nunca antes había experimentado, como si algo dentro hubiera fluido con una libertad inexplicable.
Hasta ahí llegó la rutina gimnasio-sauna-masajes-shopping y empezó una etapa en su vida que nunca terminó y que hoy constituye su mayor pasión: hacer algo por los demás a través del yoga.

Cristina narra esta historia para recordarle a quien la escucha, que hasta los dolores más grandes pueden ayudarnos a encontrar el propio camino. Dice que en sus años de adolescente no tuvo una crisis existencial como tal, pero que todos los días, a una misma hora, sentía una gran nostalgia interior que no podía explicar.

Cuando terminó el colegio empezó a estudiar filosofía, administración y cosmetología, pero no terminó ninguna de las anteriores. Luego, ella y su mamá, decidieron montar un spa que, contra todo pronóstico, quebró. Justo en ese tiempo la dejó un novio al que amaba muchísimo. Devastada por esas dos pérdidas, decidió irse a Italia y allá conoció a quien sería por muchos años su esposo, con quien se fue a vivir a Alemania y a quien, después de esa primera clase de yoga, le contagió ese deseo de paz interior.

De Alemania a Medellín: un regreso no programado

Juntos empezaron a construir el sueño de buscar una casa en la playa más hermosa que pudieran encontrar para vivir sin ser perturbados por nada. Hasta que en un viaje a Las Bahamas, un diálogo profundo con un maestro yogui le hizo comprender a Cristina que no podía llevarse la paz que había encontrado a una isla paradisíaca, sino que tenía que compartirla donde fuera más necesaria.

Con este pensamiento dándole vueltas en la cabeza vino a Medellín a visitar a su mamá y se hospedó en su casa. Pasaron los meses, los años y Cristina nunca se fue. Aún vive allí, la vivienda de su mamá se convirtió en la fundación Atman Yoga, donde conduce a muchas personas por un camino de ejercicio físico, relajación, buena alimentación y búsqueda espiritual. Explica que este es el aporte que quiere hacerle a la ciudad: “Cuando uno está en paz no hace daño y no se hace daño a sí mismo. La práctica del yoga ayuda a no reaccionar con violencia, pues cuando estás sin tensiones en el cuerpo tienes más rango de “soportación”. La tensión es un peligro público, por eso creo que la no violencia a la que lleva el yoga puede cambiar a Medellín y a Colombia”.

Dice que su padre, Manuel Santiago Mejía, y su abuelo Santiago Mejía son las personas más generosas que ha conocido y cree que le transmitieron el gen de querer hacer algo por la sociedad: “Cuando estaba pensando en quedarme de nuevo en Colombia, me acordé de mi abuelo, quien me dijo que donde uno nació hay que hacer una contribución importante”. Ese aporte es visible hoy en lugares tan diversos como el centro de reclusión para menores La Pola, el Jardín Botánico, el museo Otraparte, la Universidad de Antioquia, Fundación La Luz, entre otros, donde cientos de personas aprenden a manejar sus tensiones y a silenciar su interior a través del yoga.

Nos despedimos de Cristina pidiéndole tips para la no violencia en la vida cotidiana y su respuesta es simple y compleja a la vez: “Haz yoga, encuentra tu vocación (eso que amas hacer y que ayuda a los demás) y busca una práctica espiritual que te lleve a Dios”.

“La tensión es un peligro público. Por eso creo que la no violencia a la que lleva el yoga puede cambiar a Medellín y a Colombia”.

Practicar yoga, encontrar tu vocación y buscar una práctica espiritual que te lleve a Dios son las claves de Cristina Mejía para practicar la no violencia en la vida cotidiana.

A través de su fundación, Cristina Mejía lleva el yoga al centro de reclusión para menores La Pola, el Jardín Botánico, el museo Otraparte, la Universidad de Antioquia, la Fundación La Luz.

“Cuando estaba pensando en quedarme de nuevo en Colombia, me acordé de mi abuelo quien me dijo que donde uno nació hay que hacer una contribución importante. Y aquí estoy”, afirma Cristina Mejía, directora de la fundación Atman Yoga.