OK_02- Migrantes
Blog

El drama de ser migrante en tiempos de desconfianza

5 abril 2022 Latinoamérica

El Covid-19 generó importantes pérdidas. Además de generar consecuencias económicas, agravó un fenómeno preexistente a la pandemia: la falta de confianza en los líderes e instituciones.

La pandemia afectó a todo el mundo en todos los ámbitos de la vida. Y, si bien masificó procesos y actividades como el trabajo remoto o la transformación digital, con las restricciones, miles de millones de personas tuvieron que aislarse de forma preventiva y obligatoria, mientras muchas otras se vieron en la necesidad de migrar y se enfrentaron con barreras tradicionales. 

Es el caso de los refugiados y de los migrantes. “Es antinatural rechazar a otro”, expresó el periodista Joaquín Sánchez Mariño, en el conversatorio de Asegúrate de Vivir  sobre cómo hacemos los latinoamericanos para vivir en el mundo de hoy y en el que llega. 

Según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), 168 países cerraron total o parcialmente sus fronteras durante el primer período de la pandemia y aproximadamente 90 no implementaron medidas excepcionales para el ingreso al territorio, tales como las solicitudes de asilo. “Negar la posibilidad de asilo va en contra de las normas y estándares internacionales”, sostiene Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional en Argentina.  

Agrega que, en este sentido, “hemos denunciado el recrudecimiento de las rutas en Centroamérica para las personas que se encuentran en procesos migratorios, quienes no solo debían evitar contagiarse, sino que también tuvieron que lidiar con los costos prohibitivos de las pruebas de covid-19 y extorsiones por parte de funcionarios estatales. Todo ello, mientras buscaban un territorio seguro para vivir”.

Las investigadoras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Natalia Debandi y Ana Paula Penchaszadeh, plantean en su artículo Ser migrante en tiempos de pandemia que la noción de migrante careció de sentido. Al respecto, Debandi, Doctora en ciencias sociales, UBA-París IV Sorbona, explica que “al tener las fronteras cerradas no había posibilidad de movimiento. La movilidad humana, incluso la interna, estuvo parada. Por lo tanto, no pueden aplicarse políticas migratorias cuando las personas no pueden volver a sus países de origen o no pueden ingresar”. 

Además, hubo un impacto diferencial en la población migrante con respecto a otros grupos. Los migrantes se vieron afectados en dos términos. Por un lado, proporcionalmente, hay más migrantes pobres que nacionales; por otro, las personas migrantes tienen, por su condición de extranjeridad, una situación documentaria desfavorable o inestable. Especialmente en los primeros años de residencia”, sostiene Natalia Debandi. Y agrega que “no tener documento nacional de identidad impacta directamente en el acceso a una infinidad de cosas” desde acceder a políticas públicas, en lo cotidiano y a la hora de acceder a un empleo.

Trabajo informal  y vacunas

Olga Sarrado, vocera de ACNUR para las Américas, considera que el impacto de la pandemia afectó  sobre todo a los más vulnerables, porque la mayoría de ellos tenían un trabajo informal. “Dejó sin la posibilidad de continuar sus empleos. Poco a poco está mejorando, pero el impacto todavía se siente. También vimos un incremento en los desalojos, ya que no podían hacer frente a los pagos con los riesgos de salud que eso implicaba, en un momento en que se pedía a la gente que se quedara en casa”.

Sarrado destaca otro punto: “El acceso a los servicios se redujo y hubo muchos centros o albergues que, por las medidas que se implementan para reducir el impacto de la pandemia, cerraron por unos meses o redujeron el número de personas a las que podía atender. Eso supo ser un riesgo, sobre todo para las personas con más necesidades de salud, por ejemplo, las víctimas de violencia de género”.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo 164 millones de personas –dos terceras partes de los migrantes del mundo– realizan una gran cantidad de tareas relacionadas con el coronavirus como personal de salud y hasta quienes realizan la limpieza en las instituciones médicas. También por el aislamiento, hubo un número importante de migrantes que durante este tiempo tuvieron actividades informales de cuidado de un adulto mayor, servicio de mensajería y distribución de los alimentos, o productos.

Así, con esta condición precaria de trabajo, sumado el hecho que sus actividades solo se podían resolver de manera presencial, hizo que este grupo fuera uno de los primeros en caer en una situación de extrema vulnerabilidad. 

Mariela Belski de Amnistía Internacional Argentina marca el acceso a la salud de las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo en el contexto de emergencia sanitaria como otro punto que desde la organización controlaron. “En diversos países el acceso a las vacunas se vio obstaculizado con la incertidumbre sobre su inclusión en los programas de vacunación, aun siendo la salud un derecho humano universal”, dice. 

El caso venezolano

Las continuas crisis de Venezuela han llevado a que miles de personas decidan dejar sus tierras. Más de cinco millones de venezolanos son el grupo más grande de migrantes y refugiados en América Latina. El lugar que eligen para residir es Colombia, que en la actualidad ha establecido un estatuto provisorio temporal de protección a migrantes venezolanos. 

La pandemia agravó aún más la situación en Venezuela. “Cerca de 130.000 venezolanos tomaron la decisión de retornar a su país y se encontraron con condiciones muy distintas a las que dejaron hacía meses o años. Con condiciones de muchísima mayor escasez, con dificultades de accesos elementales a alimentación y a servicios de salud”, reflexiona Eduardo Stein, representante especial de Acnur y la OIM para los refugiados venezolanos.

Coincide con esta idea Sarrado, de Acnur para las Américas, quien sostiene que “muchas familias no han visto la posibilidad de estabilizarse en los países que estaban. Por lo tanto, están volviendo a hacer esas maletas y buscar un futuro en otro país. Hay una tendencia de mucho movimiento en la región. Esto implica incertidumbre que, por ejemplo, los niños cambien de colegio y volver a empezar de cero”.

Frente a esta situación de migrantes y refugiados afectados por el covid-19, Joaquín Sánchez expresa el deseo, compartido por muchas personas, de que “el barbijo tape los rasgos y abra las fronteras. Con la pandemia nos encerramos en sus propios países. Los varados tenían que volver a sus casas, cada uno tenía que hacer la cuarentena en su propia tierra con sus restricciones. Pero con las redes y el trabajo remoto empezamos a trabajar para el mundo. Creo que la etapa que se empezó a ver de tener un alumno en México o España, se aplique en la vida análoga, física. Que este cruce se pueda ver en el terreno con las migraciones”.

Desconfianza en los líderes

Más allá de la post pandemia, otros factores intervienen para consolidar el fenómeno migratorio en la región. Uno de ellos, es la desconfianza en las instituciones y liderazgos. Así lo demuestra un estudio realizado por la agencia de comunicación Edelman en el Edelman Trust Barometer 2021, donde se reporta una caída en la confianza que tienen los ciudadanos latinos al accionar de las ONG, empresas, Gobierno y medios de comunicación.

Según la investigación, ninguno de los países en estudio, entre ellos México, Argentina, Colombia y Brasil, obtuvo un índice de confianza (con más de 60 puntos) ni registró una mejora frente al 2020.

Paralelamente, dentro del gran descontento social, las empresas son las instituciones con mayor confianza entre los latinoamericanos. En Colombia, Brasil y México son las únicas que generan confianza en comparación con los Gobiernos, las ONG y los medios.

“La confianza en los Gobiernos en los cuatro países que medimos está en nivel rojo y eso viene desde hace mucho tiempo”, sostiene Mariana Sanz, CEO de Edelman Latinoamérica. Según la visión de la especialista, “se trata de una tendencia que notamos de manera constante en los últimos años en Latinoamérica y nada nos hace pensar que tiene que ver con gobiernos o alguna facción política”. 

Los datos concluyentes a nivel regional arrojan que México y Brasil registraron índices neutros con 59 puntos -una caída de 3 puntos interanual- y 51 puntos (igual que el año pasado). Colombia es el país cuya confianza retrocedió más (-5 puntos) con 48 puntos este 2021. Por su parte,  Argentina registró 47 puntos (-2 puntos respecto al año previo).

Un fenómeno similar sucede en El Salvador. Un estudio elaborado por CCK Centroamérica que midió la confianza en 2019, previo a la pandemia, señala que un 48 % de los salvadoreños no confiaba en ninguna institución. El porcentaje de desconfianza fue mayor en personas entre los 35 y 44 años de edad.