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Qué dicen los artistas emergentes latinoamericanos sobre la realidad de la región

10 marzo 2022 Sé relevante

El arte sirve desde siempre como vehículo de expresión y comunicación, pero en la región no es bien remunerado. ¿Cómo se explica la creciente riqueza artística en un territorio en donde predomina la desigualdad social?

Los sociólogos y pensadores contemporáneos refieren que la realidad de Latinoamérica se caracteriza por una combinación de heterogeneidad sociocultural, desigualdad social e inestabilidad económica. El reconocido antropólogo Néstor García Canclini se refirió a la región como “el continente del semi”, en donde “interactúan un orden dominante semi-oligárquico, una economía capitalista semi-industrializada y movimientos sociales semi-transformadores”. Causa y efecto de estas circunstancias es el territorio del que surgen colectivos de artistas cada vez más nombrados por curadores de todo el mundo.

Si bien el arte en América Latina existe desde que habitó la primera civilización hace miles de años, el arte latinoamericano como tal es mucho más joven y pasó -y sigue pasando- por un largo proceso de recepción, selección, apropiación, metabolización y transformación de ideas y tendencias –sobre todo– europeas, que desembocaron en la construcción de una identidad propia, según refieren artistas y curadores a Asegúrate de Vivir

“El acceso a la educación artística en las universidades latinoamericanas versus los países desarrollados y la incidencia de factores sociales y culturales que incentivan el consumo cultural, cuentan mucho del desafío del mercado del arte regional” reflexiona Juliana Henao, miembro del Comité Cultural de SURA, promotor cultural que vela por la conservación y promoción de una de la colecciones de arte latinoamericano más representativas.

Además Nicolás Oyuela, artista plástico argentino, reflexiona: “Ser latinoamericano es complejo al definir nuestra identidad”, refiriéndose  al espacio de creación del arte latinoamericano como un “horno de transmutación”, en donde “existen las ideas que vienen de Europa, o de donde sea, pero se cocinan ideas nuevas”. 

Desde el punto de vista social, considerando que en Latinoamérica existe más desigualdad entre clases sociales que en, por ejemplo, Europa y Estados Unidos, hay más tensión y se pueden contar más cosas y, para esto, el arte resulta el canal de comunicación por excelencia. “Hablamos de una región muy conflictiva en donde hay constantemente muchos problemas que se tienen que visibilizar”, cuenta Irvir Cruz, artista plástico mexicano. 

En este sentido, Irvir Cruz cuenta que hay un gran sentimiento de solidaridad y apoyo entre las distintas comunidades de artistas emergentes latinoamericanas. En tanto que Oyuela rescata que en Latinoamérica el arte es también la cuna de muchos movimientos de vanguardia. Por ejemplo, cita el  movimiento feminista revolucionario “Ni Una Menos”, que nació alrededor de artistas y poetas en Buenos Aires, Argentina, ante el drama de los femicidios.

Cuando el contexto condiciona

La contracara de tener una realidad compleja y rica que ‘da mucho de qué hablar’, es que se genera una expectativa del artista latinoamericano que muchas veces lo condiciona a tener que politizarse, forzándolo a hablar de problemáticas sociales, o a tener un mensaje concreto que trascienda lo abstracto. “Es difícil encajar en ese lugar mientras que al mismo tiempo se complace y se responde a las exigencias del mercado”, confiesa Oyuela. 

Por otro lado, existe la paradoja de que, más allá de que Latinoamérica es una región culturalmente rica y vibrante, la realidad del artista latinoamericano es, en general, precaria. Objetivamente hablando, la mayoría de los artistas latinoamericanos deben ejercer otros oficios para subsistir. 

“Para mi fue muy difícil. Tuve que mudarme a una ciudad más grande para poder aprender más cosas sobre el mundo del arte”, comparte el artista emergente mexicano Irvir Cruz, y agrega que para que el arte latinoamericano crezca y desarrolle “se necesita más difusión y apoyo por parte de las instituciones gubernamentales”, pues esto es “primordial para impulsar a artistas de cualquier clase social”. 

Un hobbie más que un trabajo

Hay un consenso general en la comunidad de artistas latinoamericanos sobre el hecho de que en la región no se le da tanta importancia, relevancia, valor, y por ende remuneración, al arte, como sí se le da en otros lugares del mundo. El artista colombiano Carlos García desarrolla este punto al explicar que siendo Latinoamérica una región con tantas necesidades básicas, como la seguridad social, la salud, la educación, la vivienda y hasta el agua, que el día de hoy siguen sin estar satisfechas, el arte termina siendo un gusto que unos pocos pueden darse

“El problema no pasa por la falta de educación ni por la falta de cultura. Somos un pueblo cuya situación económica hace que cueste suplir necesidades básicas. El poco dinero que genera el pueblo, la gente lo gasta en intentar suplir esas necesidades y no en comprar obras”, expone García.

A pesar de los contras evidentes de la carencia económica que se siente y refleja en la región, sí existe un punto a favor de la escena del arte latinoamericano, y es que, al no existir la garantía, ni el estímulo, del dinero de por medio, la producción artística resulta más auténtica, desinteresada, y real

“No hay mucho dinero y el mercado de la venta es acotado, haciendo difícil que un artista pueda vivir solo de eso. Esto genera una escena del arte en donde, al no haber tanto dinero de por medio, hay más independencia al crear”, explica el artista porteño Oyuela, que cree que el arte no debería estar atravesado por la conversación del mercado y el dinero, y destaca: “Lo interesante de la situación del arte en nuestra región es que, mediante este, se crean mundos que tienen mucho que ver con la amistad y el hacer, y no tanto con el dinero y las ventas”. 

En síntesis, al hablar sobre la realidad del arte en Latinoamérica, puede decirse que este abunda, y hasta desborda, en cuanto a propuestas, talento y originalidad. Pues al hablar de Latinoamérica se habla de una región en donde convergen tendencias globales y locales, y en donde la falta de dinero de por medio, obliga -con todo lo bueno y lo malo que esto significa- al artista a dedicarse al oficio desde un lugar más puro y desinteresado. El arte en Latinoamérica, en consecuencia, termina siendo un espacio en donde se ponen en juego valores y virtudes humanas como lo son la solidaridad y la difusión de problemáticas sociales. Un mundo en el que se ejercen la creatividad, el amor y la protesta.